miércoles, 27 de febrero de 2019

Carnaval.

Pascualita no para de lanzar chorritos de agua envenenada cada vez que entro en el comedor . - ¡Para ya! - Pero no se da por vencida y está dejando el suelo perdido. Me da a mi que está inquieta por algo... ¡¿No estará, otra vez, en celo?!

Mientras me hacía éstas reflexiones entró la Cotilla. La reconocí por la voz ya que llevaba un vestido blanco, igualito al que el aire levantaba a Marilín Monroe en La tentación vive arriba. ¡Que susto me di! ¿el fantasma de Marilín visitaba mi casa? Porque también llevaba una peluca rubia que le quedaba en plan casco.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa! - Fue verla y subirme a la lámpara del susto. - ¡¡¡AAAAAAAAAAH!!! - Y eso que estoy acostumbrada al ánima de mi primer abuelito. ¡Uf, que mal rato pasé escondida tras una silla del comedor mientras Pascualita seguía escupiéndome y la Cotilla reía tirada en el sofá de la salita .

Después la escuché hablar por teléfono: - ¡No es más tonta porque no se entrena, señor Li, jajajajajajaja! Sí... Me ha llamado Marilín ¡que sí, que sí!

Cuando la Cotilla se marchó a sus trapicheos llamé al señor Li: - Quiero un traje de Marilín. - Yo no tenel. - La Cotilla tiene uno. - Si. Ella complal ayel. Tu no. Hoy no habel. Ajo y agua. - ¡Oiga, eso no se le dice a una clienta! - Yo gualdal pala ti disflaz bonito. - ¿De qué, de qué? - Sel solplesaaaaaa.

Corrí a la tienda de los chinos. El señor Li me esperaba con un paquete sobre el mostrador. - Pala ti. Abuela tuya complal.

En el paquete no había vestido blanco, ni peluca rubia platino sino un pulpo de silicona, con ocho supertentáculos que chocaban con todo. ¡Que horro! ¿Cómo iba a encontrar al futuro padre del bisnieto de mi abuela con "eso"?

Me lo probé y apenas veía por donde andaba. A punto estuve de tirar el acuario de Pascualita al suelo. Por un resquicio me pareció ver luz en la salita. ¡La Cotilla había montado uno de sus famosos altares dedicados a Los amigos de lo Ajeno! No pude ver a cuál de ellos porque uno de los tentáculos tocó la llama de una vela y empezó a arder.

Corrí como una loca a la cocina a meter el tentáculo en agua pero patiné con la que había en el suelo. Me agarré, como pude, al acuario y se me vino encima... Ahora intento caminar en busca de la botella de chinchón para calmar el dolor de la pierna descomunal que me ha dejado el mordisco de Pascualita ¡jodía sardina!

No hay comentarios:

Publicar un comentario