jueves, 7 de febrero de 2019

¡Que cruz tengo con el abuelito!

Los municipales me han devuelto a Andresito ¡Que cruz tengo con éste hombre! - No me da mucho trabajo pero me quita intimidad y libertad. - ¿Por qué no pides asilo político en alguna embajada? Te harías famoso como el sueco ese que, de vez en cuando, sale al balcón para que no nos olvidemos de él.

Pero el abuelito se hace el longui. Le gusta más estar aquí, en familia, aunque tenga que comer sopa de sobre y potajes de bote.

Con él en casa me cuesta abrir la puerta cuando llaman. - ¡No abras que me detendrán! - No me queda otra que aplicar el ojo a la mirilla para ver quién es. - La vecina del ático viene a pedirme algo. -  Y se queda más tranquilo.

Tampoco puedo desayunar con Pascualita. Hoy, por poco nos pilla. Oí sus pasos y metí a la sirena en el bolsillo de mi bata pero no me dio tiempo a limpiar el cola cao tirado por toda la cocina. - ¡Nena! ¿Cómo puedes vivir en ésta pocilga? - Es que... se me ha caído el... vaso y... - Pues ten más cuidado con las cosas que ya eres mayorcita.

Sentí como el instinto asesino me nublaba la vista. De repente lo vi todo rojo. - ¡Estás en mi casa y la tengo como me da la gana! - No hace falta ser grosera, aunque no hayas ido a una escuela de pago. - Mientras me preguntaba si valía la pena matarlo o no, llamaron al timbre. - ¡¡¡No abras sin ver quién es!!! - No le hice ni puñetero caso y abrí la puerta de par en par.

Desde el pasillo grité: - ¡¡¡Son los chinos, abuelito!!! - En el rellano de la escalera había dos jóvenes chinos que venían a preguntar si podían colgar, desde mi balcón, farolillos en el árbol de la calle, para la celebración de su Año Nuevo: el del Cerdo. Naturalmente les dije que sí y en poco tiempo el árbol estuvo engalanado.

Se fueron y me dediqué a buscar al abuelito que, por lo que pudiera ser, se había escondido. - ¡Ya puedes salir. No hay nadie! - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! - Como un huracán, la Cotilla entró hasta la cocina. - ¡Andresitooooooo, yujúúúúúúúú´! te traigo croasanes  del súper! - Se dice: del CONTENEDOR del súper. - Tampoco hace falta precisar tanto. Tu abuelito viene de buena casa, no como tú. - ¡Ni que fuese usted la Marquesa de Ca la Pardala!

Desde que el abuelito está en casa, la Cotilla corre tras él como una quinceañera. Entonces se me ha ocurrido una cosa para que la abuela, celosa, se lleve a su marido. - Cogí a la sirena, que seguía en el bolsillo de mi bata y se la lancé a la vecina, con fuerza y puntería. Y fue a dar, justo... en el enjuto canalillo de la Cotilla. En pocos segundos, donde no había nada, afloraba una exhuberancia mamaria que ya quisiéramos algunas. Y mientras ella corría, gritaba, moqueaba, lloraba... iba vaciando, a morro, una botella de chinchón para que, al despertar del coma etílico, no recordara nada, yo seguía sin encontrar al abuelito.

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