domingo, 24 de febrero de 2019

Y al cuarto día resucitó...

Solventado el episodio del detective volvió la calma a la Torre del Paseo Marítimo. Sin embargo, las músicas erótico-festivas con las que bailaban los cubanitos culito-respingones eran más lentas, con una cadencia cada vez más suave, más de ir pisando huevos. Parecía que la bisabuelastra y sus compañeros iban a cámara lenta. - ¿Seguro que no le pasa nada a la Momia, abuelito? - Que yo sepa, no... - No pareces muy seguro. - Con mi madre y sus moderneces, nunca se sabe.

Los políticos siguieron arrancándose la piel a tiras. Participando en el concurso "QUIÉN DICE LA TROLA MÁS GRANDE". La vida en el árbol de la calle estaba en pleno ajetreo. Los pájaros, engañados por un Invierno con ganas de guasa, preparaban sus nidos mientras trinaban a voz en grito. Pascualita lucía nuevas escamas en su cola de sardina, de color azul tornasolado y en cuanto tenía ocasión, se plantaba delante del primer espejo para admirarla. La sirena se preparaba para la llegada del hermoso sireno que la llevaría al huerto, pero creo que tendrá el mismo  "éxito" que los años anteriores: no hay sirenos a la vista.

En la Torre del Paseo Marítimo se armó la revolución: la bisabuelastra no bailaba, ni cantaba, ni reía, ni nada de nada. Simplemente era esclava de la señorita Nicotina. Dijo el consabido ¡Hasta luego, Lucas! a quienes estaban a su lado para irse con ella al otro Barrio, después se hizo un ovillo sobre el canapé de seda roja de China y se dispuso a esperar.

Los cubanitos culito-respingones lanzaron un canto fúnebre a un ritmo sabrosón, pero menos, porque les pareció más respetuoso. Geoooorge preparó bocadillos y litros y litros de te porque los velatorios, según decía, dan hambre y sed. Periodistas, televisiones, etc. hacían guardia para ser los primeros en dar la noticia, aunque fueron muchos los despistados que pensaron que todo aquello se debía a una boda de postín y hubo quién se quejó cuando, después de hora y media de espera, nadie les ofrecía un trozo de la tarta.

La Bisabuelastra dejó de respirar. Los curiosos buscaban en Google la solución a la pregunta del millón: ¿Cuántos años tiene la Momia?... Parece ser que cuando nació todavía no existía el Registro Civil y, naturalmente, nadie la inscribió por lo que solo ella, lo sabía pero nunca había soltado prenda.

La sirena de la ambulancia despertó al barrio y los seres que la ocupaban parecieron multiplicarse por mil a la hora de poner orden en el pequeño y enjuto cuerpecillo de la Momia.

Anunciado su paso por las calles por la sirena, corrieron entre el tráfico de Palma, camino de la Clínica más cercana mientras las manos mágicas de los personajes que trabajaban en ella hacían virguerías. Unas horas después, la Momia recuperaba el pulso perdido.

Quién salió por la puerta de servicio de la Torre del Paseo Marítimo fue la señorita Nicotina que, aunque peleó hasta su último aliento, fue derrotada y huyó con el rabo entre las patas.











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