jueves, 29 de mayo de 2014

Sueño con el conejo de la abuela pero no veo su color ¡tiene narices la cosa! Tendría que preguntarle a ella pero entonces se daría cuenta de que pasa algo... Aunque mejor eso a que se de cuenta que nos lo comimos entre todos. Cuando lo pienso me corre un sudor frío por la espalda.  - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaaaa! - ¡No quiero hablar con usted!

- Haré el negocio del año y ya no tendré que pasarlas canutas para llegar a fin de mes... ¿quieres saber de qué se trata? - ¡No! - Te lo diré de todos modos. Alquilaré las habitaciones de mi casa y sacaré una pasta gansa... Pondré personal para que me ayude. Y tú dirás ¿dónde está la ganancia? ¡Muy sencillo! A los trabajadores se les paga poco y menos. Y que hagan muchas horas... Si no les gusta ¡puerta! Anda que no hay gente en el paro... - Cotillaaaaaaaaaaa (me ardía la sangre) -  Pagaré un iva bajo y los impuesto que los paguen los curritos como tú, que sois los paganinis de este País... ¿Por qué me miras así? Si los hoteleros se salen con la suya, los imitaré. Y si quieres, alquilo también las dos que tienes vacías y te pago un alquilerito - ¡¡¡Cotilla, largo de aquí!!!

Mientras discutíamos llamó la abuela - "¿Ya has encontrado al conejo? Mañana voy a presentarlo en sociedad" - ¿Sociedad Protectora de Animales? - "¡No! A nuestros amigos por parte de Andresito. No hace mucho uno presentó en sociedad a su cerdito vietnamita... Aunque la cosa no acabó muy bien porque el bicho se emborrachó con champán y dejó perdida la alfombra en cuanto se puso a evacuar por ambos extremos de su cuerpo. ¡Un asco!... Esta tarde mandaré a Geoooorge a recogerlo" - Vale, abuela... ¡Un momento! ¿de qué color es el conejo?... ¡No, no, no le ha pasado nada! Es que la Cotilla me está llevando la contraria. Yo digo que es blanco y ella dice que verde... ¡Es un decir! ¿Quién tiene razón, abuela? - "Desde luego, verde no es" - ¡Y colgó!

La rabia y el miedo me cegaron y corrí hasta el orinal decimonónico, cogí a Pascualita que dormía tan ricamente y se la tiré a la vecina a la cara... pero no acerté. En ese momento se había dado la vuelta para marcharse. Y la sirena acabó estrellada contra el espejo del aparador. ¡Y se armó el belén!... Cuando se vio reflejada debió pensar que era un rival y se lió a mordiscos y coletazos que no iban a ninguna parte, hasta que cayó extenuada. Solo entonces pude cogerla con el guante de acero. Antes de meterla en el orinal le puse unas gotas de chinchón en la boca, más que nada para congraciarme con ella.

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