lunes, 19 de mayo de 2014

Tengo que "hincharme" una vez más... Aprovecharé que Pascualita está sentada en el borde del orinal, mirando por la ventana, para cogerla desprevenida y hacerla rabiar para que cuando me muerda, lo haga con saña en distintos lugares y así la tripa quedará igualada.

Antes de que pudiera acercarme a la sirena, ha entrado la abuela y ha ido directa a la despensa. - ¡Buenos días, abuela! ¿Me traes algooooooo? - "Serán buenos días cuando te haya tirado todo esto a la basura" (y mientras hablaba se oían ruido de botes entrechocando) - ¡No! Me vas a dejar sin comida. - "¿Cómo quieres que se desarrollen los bisnietos si no comes nada natural? Tienen que salir fuertes y robustos" - Eso mejor que lo hagan fuera...  ¿o quieres que yo parezca la Madre de todas las madres? ¿Un portaniños desplazándose por la calle con grandes correas sujetándome la barriga? - "¡He dicho que no quiero ver ningún  bote más en ésta casa!" - ¿Y qué comeré? Le prohibiste a Geooooorge que volviese por aquí... - "Volverá pero, como me entere que pruebas el chinchón, te encerraré en mi casa  que hayas parido ¡Pero si casi no se te nota el embarazo! ¡Mis amistades hacen apuestas a mis espaldas sobre si hay bebés o no y de momento, gana el no!" - ¿Puedo apostar yo también? - "¡Que cruz tengo contigo, boba de Coria!"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaa! ¿Qué está haciendo tu abuela? - Tirando los botes que trajo usted. - ¡Dámelos y los venderé! ¡Con la de tortas que me llevé y que di cuando los cogí del contenedor del sùper! - "¿Del súper? ¿Así quieres alimentar a los bisnietos? ¡Todo está caducado desde hace semanas!" - ¿Y qué? Cañete se lo comería... - "¡Pues se lo regalas!" - ¿Regalárselo? ¡Lo tiene claro!

Mientras las dos amigas discutían fui a por Pascualita y en la cocina la incité a morderme. Apreté un trapo de cocina entre los dientes hasta hacerlo trizas del dolor que sentí. Me revolqué por el suelo tratando de encontrar alivio, tragándome las lágrimas y los gritos. Lo único que me consolaba era ver como la tripa se iba hinchando uniformemente.

Tres o cuatro copas de chinchón después, cogí a Pepe-Crisogono y le advertí muy seriamente que como se chivara de lo que acababa de ver, lo único que quedaría de él sería una oreja, por respeto a Geooooorge porque, si por mi fuera, lo machacaría, liaría un cigarrillo con los restos y me lo fumaría.
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