martes, 5 de noviembre de 2019

¡¡¡Compro, compro!!!

He pasado delante de la tienda de los chinos del señor Li y al mirar sus escaparates he notado que algo daba sentido a mi vida. ¡Por fin sé lo que quiero hacer! ¡¡¡Comprar!!!

La tienda está llena de cosas de Navidad que ya está a la vuelta de la esquina! ¡Tolón, tolón, tocará la campana de Papa Noel! y yo quiero comprar luces, muñequitos, abetos y poner uno en cada habitación de la casa, balcón incluído. Y quiero que nieve hasta la altura de dos metros para entrar y salir por las ventanas y deslizarme luego, como en un tobogán, hasta la acera ¡¡¡Y vendrán los Reyes Magos y nadie quemará sus fotografías, ni les escupirán, ni desearán su muerte porque traerán regalos y todo el mundo será feliz!!! ¡¡¡Quiero comprar!!!

Corrí a casa, metí a Pascualita en el termo de los chinos, lo colgué de mi cuello y corrí, de nuevo, a pegar mi cara en los escaparates que tienen al gatito dorado que mueve el brazo incansablemente. - ¡Mira, todo esto se vende y yo quiero comprarlo!

Un aliento con olor a arroz tres delicias me hizo volver la cabeza. El señor Li, muy cerquita de mis cervicales, me miraba fijamente por la rendija de sus ojos. - ¿Qué quelel, boba de Colia? - ¡Todo!

Entonces llegó la decepción en forma de jarro de agua fría. - ¿Tenel dinelito? - Pues... no.

La cruda realidad hizo caer el telón dorado como un gato chino: soy una trabajadora pobre, como tant@s hoy en día. Y quise llorar pero no tengo lágrimas porque no tengo dinero para comprarlas.

Cabizbaja, volví sobre mis pasos hasta llegar al portal de casa y le hablé al único ser que podía consolarme en estos momentos: Pascualita. - Cuándo vuelvas a tu hábitat llévame contigo. Allí no usáis dinero y tendré lo que se me antoje... - ¿Con quién hablas, alma de cántaro?

La Cotilla me miraba desde la puerta del ascensor. - Con Pasc... ¡con nadie! - ¡Mientes! Te he pillado traicionando a tu abuela. ¡Quieres largarte con su querido, mala pécora! - A ésto siguió una retahíla de acusaciones e insultos, a cual más original, pero yo solo quería sentarme en la butaca de la salita, quitarme los zapatos y ver la repetición del Debate electoral para dormir hasta que se me pase el disgusto de saberme pobre.


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