sábado, 16 de noviembre de 2019

El cantarano mágico.

Me parece que lo del ADN de Pascualita va a ser una tarea imposible porque, en cuanto le arrimo un palito de los oídos, se lo come y tengo que ir con cuidado para que no se me coma un dedo.

Le he dicho a la abuela que se arriesgue ella que para eso es su amiga del alma y me ha contestado que, ya que es rica, que se exponga otro u otra.

Una musiquilla encantadora me ha despertado ésta mañana. Como por arte de magia, mi cuerpo se ha vuelto independiente de mi voluntad y sin quererlo, me he levantado de la cama siguiendo la melodía que me ha llevado hasta el cantarano de mi bisabuela, en el antiguo cuarto de la abuela.

No sabía que ese mueble bicentenario tuviera música... ¿es un organillo autónomo? ¿un piano autosuficiente? ¿una caja de música de efecto retardado?... No tengo ni idea.

Recogí a Pascualita de orinal aristocrático, la lié en una toalla y nos plantamos, de nuevo, ante el cantarano menorquín (porque es menorquín de pura cepa)

La música nos envolvió y nos mecimos a su compás hasta que las ganas de desayunar me volvieron a la realidad. Pero no quería apartarme del mueble sin saber qué estaba pasando y abrí el primer cajón: de allí salieron rostros conocidos que se convirtieron en humo al instante gracias a los abanicos que se abrían y cerraban sin parar.

Pascualita lanzó la primera dentellada al aire. - Lo sé. Vamos a desayunar... pero antes abriré el segundo cajón. El más difícil porque es "el secreto" como dice la abuela. Cuando lo conseguí no pasó nada. Bueno, sí. La sirena se comió un trozo de toalla.

De los siguientes cajones, tercero, cuarto y quinto salió un batiburrillo de cosas: ropa que no conocía, mis dibujos de Parvulitos, cartas de amor de la abuela y la bisabuela... ¿y mías? (pensé) Los abanicos se abrían y cerraban entre risas y barrieron en seguida las figuras.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Aún no has hecho el café? - Salí corriendo hacia la cocina. Al pasar junto al baño Pascualita saltó como un resorte dispuesta a esconderse de la vecina y cayó dentro del water que tenía la tapadera abierta. - ¡¡¡PASC... !!!

Al volverme, la Cotilla estaba en jarras, detrás de mi y llenándose los pulmones de aire, gritó: ¡¡¡PASCUAL, SAL SI ERES HOMBRE!!! - Mientras, cerré la puerta con llave por si a la vecina se le antojaba hacer pipí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario