martes, 12 de noviembre de 2019

¡Menuda faena!

Me había tocado el cupón extraordinario de la Once y era ¡millonaria!

¡Que alegría recorrió mi cuerpo cuando me enteré! Corría de parte a parte de la casa, desnudita como me trajo mi madre al mundo, gritando: ¡¡¡HE GANADO. HE GANADO. SOY MILLONARIA!!! - Y salí al balcón para que todos y todas viesen la alegría que me embargaba. La gente fue congregándose bajo el balcón aplaudiendo a rabiar y me jaleaba cantando: ¡¡¡Moni,moni,moni!!!

Les tiré las dos botellas de chinchón que guardaba en la despensa: - ¡Bebed a mi salud, vecinos!

Cogí a Pascualita para que viera la alegría de la calle. - ¡Una fiesta como ésta te harán, cuando vuelvas a tu hábitat y ganes un primer premio de la Lotería!

Me di cuenta de que iba en cueros cuando intenté meter a la sirena en mi escote y resbaló hasta el suelo y a punto estuvo de aterrizar sobre la muchedumbre.

- ¡Aaayyy, chiquitina, somos más ricas que la abuelaaaaa Yujú! - Y volví a recorrer mi casa dando saltos mortales, gritos, aspavientos. Cualquier cosa que me ayudase a dar rienda suelta a mi alegría. Finalmente, cansadísima, me acosté, puse a la sirena sobre mi almohada y nos dormimos profundamente... hasta que el timbre y los golpes dados en la puerta me despertaron. - ¡Iros. Quiero dormir. No tengo más chinchón para daros!

Finalmente, ante la insistencia, no me quedó más remedio que levantarme y abrir. Estaba furiosa: - ¿Es que, ni siendo millonaria, puedo descansar?

Toda la escalera estaba en mi rellano. Los vecinos me felicitaban. Se declaraban amigos míos desde tiempos inmemoriales. Bedulio, junto a la puerta, ponía orden porra en mano, para que el gentío no se desmandara y entrase en mi casa en tropel.

Hubo infinidad de peticiones. - ¡Ahora que eres millonaria regalame la entrada para un piso! ¡Yo me conformo con un coche nuevo! ¡Me hace taaaaanta ilusión hacer un crucero por las islas griegas con mi Pichurrin!...

Bedulio, autonombrado guardaespaldas y secretario particular, tomaba nota de las peticiones diciendo: - Después se las pasaré a la Señora (la Señora ¡era yo!) y ella decidirá lo que sea mejor para todos... Circulen, circulen...

De repente me di cuenta de que algo no iba bien... ¿Cuándo había comprado yo un cupón de la Once? ¿Por qué estaban los vecinos enloquecidos? ¡Todo había sido un sueño! Cuando lo dije la desilusión fue mayúscula. Alguien, mientras se retiraban a sus casas, gruñó: - ¿Por qué gritabas que eras millonaria?

Y entonces fue cuando supe que era sonámbula.

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