jueves, 14 de noviembre de 2019

¡Yuuuuupi!

Parece que Pascualita se lo pasó requetebien en la pista de hielo porque esta mañana, al ir a preparar una jarra de chinchón on the rock, he dejado sobre la encimera de la cocina una bolsa llena de cubitos y a la sirena le ha faltado tiempo para saltar del frutero, donde la había puesto yo, al hielo.

Se ha dado una costalada de las buenas, sin romperse ninguna espina ni ningún hueso. En seguida se ha preparado para un nuevo intento. Ha dado un fuerte coletazo para impulsarse y ha caído encima de los cubitos.

Viendo que se trataba de un juego, he abierto del todo la bolsa sobre una bandeja y ha quedado "inaugurada" la pista de patinaje casera.

Aquello ha sido un jolgorio. Pascualita saltaba de cualquier manera, cayendo en el fregadero, en una olla que tenía caldo de ayer y... en el árbol de la calle porque la ventana estaba abierta. Suerte que los pajaritos ya han emigrado a tierras más cálidas porque sino, hubiésemos tenido un disgusto.

Como es una temeraria, que no entiendo yo que siendo tan vieja como pensamos, nacida antes de que los dinosaurios pisaran la Tierra, tenga tan poca cabeza.

Ha tomado impulso desde un nido vacío para caer, de nuevo, en el hielo y, aunque la distancia era demasiado larga, llegó a la bandeja (¡un salto soberbio!) y deslizándose salió disparada por la puerta de la cocina, pasó ante las narices de la Cotilla, que entraba en esos momentos con su cantinela de siempre: - ¡Avemariapurííííííííísimaaaaaaaaaa...Menudo moscardón!

Fue a por la escoba. - ¡Cierra las ventanas, boba de Coria, que hace frío! - Entró en el comedor dispuesta a mandar al "moscadón" al otro mundo. Corrí tras ella - ¡No, Cotilla, no. Trae mala suerte matarlo! - Solo si el moscardón fuese yo pero no es el caso ¿Dónde se ha metido? - Eso mismo pensaba yo.

Unas gotas de agua caídas sobre el aparador me dieron la clave, Pascualita se había escondido en el orinal aristocrático, entre las algas del fondo.

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