lunes, 18 de noviembre de 2019

La Cotilla, enamorada.

- ¡Ave...maríapurí...simaaaaaaaa. Aaayyyy.... que me ahogoooo... ! - ¿Qué le pasa, Cotilla? - ¡Aayyyy, no me extraña que tu abuela beba los vientos por él! - ¿Ha visto a Andresito? - ¡No digas tonterías! - Entonces...? - ¡¡¡A PASCUAL. Y ME HE QUEDADO PRENDADA!!!

Si en ese momento me pinchan, no me sacan sangre. Si no existe... ¿o sí? La Cotilla estaba muy alterada. Con la cara arrebolada; los ojillos haciendo chiribitas; el pulso a ciento cincuenta... - Creo que tiene usted la gripe.

- ¡No digas tonterías, boba de Coria! Simplemente, estoy ENAMORADA. ¡Qué hombre! ¡Quiero un hijo suyooooooo! - ¿A su edad? - El amor no tiene edad... - Que mal le sienta el chinchón por las mañanas. - ¡No lo he catado! ¡Es el amor! La Primavera late en mi pecho. Oigo cantar a los gorriones, croar a las ranas. Le quiero, ¡le quiero! ¡¡¡LE QUIEROOOOOOOO!!!

Y así se ha pasado toda la mañana. He llamado a la abuela y la he puesto al corriente. No ha tardado ni un cuarto de hora en presentarse en casa, encontrando a la Cotilla dando vueltas a la mesa del comedor en plan bailarina de ballet con tendinitis en el talón de Aquiles. - "¿Ha bebido?" - No, abuela. -"¿Y quién es ese Pascual?" - N.P.I. - "No digas palabrotas"

Mientras la abuela trataba de sonsacar a la Cotilla, yo me fui al balcón con Pascualita asomándose por el canalillo de mi escote. Con ayuda de unos prismáticos espié a todo hombre que se me ponía a tiro. ¿A quién había visto la Cotilla?

De repente la sirena se precipitó al vacío cuando el butanero salía de nuestro edificio. Yo grité: ¡¡¡PASC...!!! El butanero me miró durante una fracción de segundo y antes de que Pascualita aterrizara en su cabeza. Un segundo y medio antes de que gritara asustada. Dos segundos antes de quedarse sin pelo, con la cabeza como una bombilla. Tres segundos antes de sentir el mordisco. Tres segundos y medio antes de que la cabeza del butanero alcanzase un diámetro exagerado, con peligro de explosión.

Corrí escaleras abajo hasta ver a la sirena aferrada al descomunal cráneo del, hasta ahora, desconocido Pascual. Tuve que dar dos buenos tirones y desaparecer a toda pastilla. Y mientras Pascualita se merendaba a un trocito de cráneo del butanero yo pensé en la Cotilla y en que nunca es tarde si la dicha es buena.

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