viernes, 8 de noviembre de 2019

Tengo frío...

Menudo cabreo lleva Pascualita. Se ha liado a bocados con el orinal aristocrático. A dar saltos mortales hasta tirar toda el agua al suelo. Este enfado es porque no puede morderme. Me culpa de haber querido mandarla al otro mundo, acompañada de un buen alioli y una ensalada. ¡Pero no es así la cosa!

Hace fresco... para mí, frío. Y si yo tengo, todos los de casa también. Por eso Pepe lleva ahora, al rededor de su cuello cortado, una bufanda con los colores del Atlético Baleares, para que no se constipe, porque no hay nada más molesto que tener que buscar la cabeza jivarizada debajo de los muebles cada vez que estornuda... No es que lo haya echo nunca pero siempre hay una primera vez para todo y no quiero pasarme los días en un continuo agacharme.

Si le pongo una bufanda a Pascualita, al estar todo el tiempo en remojo, se constipará igual, por eso he tirado una jarra de agua caliente a su "casita" y la sirena ha saltado por los aires hasta estrellar la cabeza contra el techo. A partir de aquí, está frenética. Ojiplatica, un poquito abrasada y con ganas de morderme.

Llamé a la abuela: - No hay porque ponerse así. ¡Era por su bien!... Pueeeesss, un "poiqrzx" - "¿Qué?" - Lo que he dicho. - "No te he entendido" - Mi teléfono va mal... - "Empieza desde el principio ¿Qué le has hecho a Pascualita?" - ¡¡¡Nada!!! - "Por nada no se pone así. Sabes que es un angelito." - No quería que pasara frío... - "¿Y?" - He puesto... agua caliente... en el... orinalito. - "Tu sabes que no es un orinalito sino un señor orinal aristocrático... Cuéntame tu barrabasada con la pobre sirenita"

Di la callada por respuesta, recordando que las palabras que no ofenden, o te condenan, son las que no has dicho. - "¡¡¡Ya lo sé. La has quemado, boba de Coria! Querías hacer caldo de pescado con ella  ¡¡¡Pobrecita mía!!! ¡¡¡PASCUALITAAAAAAAAAAAAA, AHORA VENGO A SALVARTEEEEE!!!"

Cuando la abuela llegó yo no estaba en casa. No regresé hasta ver desaparecer de mi vista el rolls royce- Y aún así, tardé más de una hora antes de entrar en casa.

Entré sigilosamente, de puntillas, para que no me oyera ni el ánima de mi primer abuelito y, al llegar al comedor: - ¡¡¡PATAPLASSSS!!! - Un chorrito de agua envenenada se estrelló contra el puente de mi naríz y los ojos quedaron empapados... Ahora veo menos que Pepe Leches, que tropezó contra una esquina y dijo, usted dispense... ¡¡¡Aaaaaaaaaay, que grimaaaaaaaaa!!!, creo que se me ha caído uno de mis descomunales ojos, debajo del aparador.

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