sábado, 27 de enero de 2018

Escaldada.

Ya estamos otra vez con el frío a cuestas. Esto es un no parar. He tenido que poner agua caliente en el acuario porque Pascualita se estaba poniendo azul. Y no es un color que le vaya bien a su cara.

El caso es que cuando la estaba calentando ha llegado la Cotilla. - ¿Vas a hacer té? - ¿Quiere uno? - A mi no me duele la barriga (contestó orgullosa) - Entonces por qué pregunta. - Porque veo que estás calentando agua para un regimiento. ¿Cuántos litros caben en ésta olla? ¿cinco, seis...? ¿Quién va a venir? - Nadie.

- ¿A qué viene tanto misterio? - Ni misterio ni nada. Usted se ha montado una película y da por echo lo del té - Entonces ¿para qué quieres tanta agua? ¿para bañarte? - ¡Para un cocido, coñe! - O sea que seréis un montón y no has sido capaz de invitarme. Después de las penurias que hemos pasado juntas en aquella celda inhóspita en la que nos encerraron sin razón... ¡hip!.... - ¡Que dramática es, Cotilla! Lo del cocido ha sido una coña para que se callara. - ¡YA!

A todo ésto, el agua empezó a hervir. Apagué el fuego. La Cotilla se sentó en la mesa de la cocina, muy tiesa y con la antena puesta. - ¿No se tiene que ir? - Esperaré a que lleguen los invitados. Tengo curiosidad por saber quiénes son... - ¡Que obtusa es, por favor!

Empecé a ponerme nerviosa porque mientras estuviese en casa no podía calentar el acuario y la sirena sucumbiría de hipotérmia. - ¡Venga, le pongo un café y se larga de una vez! - ¡¿Ves?! Estás nerviosa. Señal de que ocultas algo... La experiencia es un grado y cuando tú vas, yo vuelvo ¡Lo sabía! aquí hay gato encerrado.

La mandé a la salita y le ofrecía la botella de chinchón. Un rato después dormía como un ceporro. Aproveché entonces para cambiar el agua del acuario. Mientras quitaba la fría puse la otra a recalentar y acto seguido, volqué la caliente. Demasiado caliente debía estar porque Pascualita, de un saltó mortal con triple tirabuzón estilo resorte, acabó sobre la mesa del comedor. - Huuuuuy jajajajajaja ¿Te has escaldado, sardinita? ¡A punto has estado de convertirte en sirena hervida. ¡Oye, pues con unas patatitas y mahonesa serías un buen menú! - La mirada que me hechó hizo que se me erizara el vello.

El timbre del teléfono despertó a la Bella Durmiente. Era Bedulio. - Ya tenemos al ladrón de la bolsa de la Cotilla. - ¿Estaban las flechas? - Faltaba una. El tipo la había colocado en un viejo reloj de pared de su casa al que le faltaban las saetas. - ¡Que sinvergüenza! (se enfadó la Cotilla) ¡¿Te pagó el borracho el bocadillo de choped?!

Antes de colgar, el Municipal nos dejó con mal sabor de boca. - El cura os ha puesto una denuncia por robo. - ¡¡¡¿Pero por qué?!!!  ¡Nunca he "limpiado" un cepillo de su iglesia! - ¡Y yo menos! -  Y escuché la risa de Bedulio mientras decía - ¡Dónde las dan, las toman! - y colgó el teléfono.


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