miércoles, 17 de enero de 2018

Liso como el culito de un bebé.

Parece ser que Andresito se ha dado cuenta de que eso de volverse dos años más joven, aunque lo diga el Pinocho Mayor del Reino, es mentira. Y ahora tiene un trauma como una catedral. - ¿Así que he estado haciendo el ridículo? (le preguntó a la abuela. Y ella, comprensiva con su marido, le dijo) "El MAYOR de los ridículos, cariño" - Nunca pensé que caería tan bajo... - "¡Eso no es nada!. La Villalobos, sin ir más lejos, te deja a la altura del betún en cuanto abre la boca" - ¿No me estarás comparando con ella, verdad? (la voz de mi abuelito sonaba angustiada) -  "Un poco, sí"

Cuando la abuela me lo contó, se partía de risa. - "Tenía carita como diciendo ¡no es culpa mía! Y los ojos se le ponían llorosos. Entonces yo, para levantarle el ánimo y pensase en otra cosa, decía ¡Cómo se te ocurra llorar y ponerme el suelo perdido de lágrimas y mocos, vas a  ver quién es el Jefe aquí, si tu Pinocho Mayor del Reino o yo!"

- Que brusca eres, abuela. Menos mal que tiene a su madre para consolarlo... - "¿La Momia? Ella está en su mundo caribeño con sus cubanitos culito-respingones. Ha hecho plantar unas cuantos cocoteros en el jardín y solo se escucha música pegadiza de aquellos lares. Por eso, cuando fue a contarle sus desgracias, la Momia no le hizo ni caso y le dijo:  Sí, cariñito, puedes comer galletitas pero sin pasarte que luego tendrás diarrea." - ¿En serio? - "¡Y tanto!"

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaaaa!Vengo de la manifestación de los jubilados -¿Qué tal ha ido? (pregunté) - No he sacado gran cosa. Tienen los bolsillos con telarañas. - ¡Cotilla! ¿No me diga que ha ido a "trabajar?" - No era mi intención pero, en cuanto veo un grupo de gente reunida, no puedo evitarlo. Los dedos se ponen en movimiento en busca de carteras y bolsillos para vaciar. - ¡Pero si son jubilados como usted, de los que no llegan a fin de mes. - Había poca gente. Tendrían que haber encendido un fogueró y preparar una buena merienda asando longanizas, botifarrons, panceta, etc. etc. y unas botellitas de vino. Hubiese acudido más gente.

- ¡Pero no pueden! La subida de las pensiones no les llega para nada - Hablando de todo un poco ¿De qué hablábais? - "Del disgusto que tiene Andresito al verse arrugas de los años que creía no tener" - Un poco tonto, si és... - "Pues sí" - ¿Qué comemos hoy? - "¿Potaje de garbanzos?" -

 La abuela  hizo algo insólito en ella. Llamó al abuelito para que trajera unos cuantos botes de garbanzos cocidos y que comeríamos en mi casa. - Un rato después sonaron los pitos bajo mi balcón.

Después de comer y de haber escuchado por quinta o sexta vez, las penurias del abuelito a cuenta de sus arrugas, pasamos a la salita a tomar el café y dormir la siesta. Nos despertó un grito espantoso. Andresito gritaba, corría, saltaba, lloraba, moqueaba... mientras Pascualita le mordía la cara. La abuela, de un tirón seco, la arrancó y la lanzó de cabeza al acuario.

La cara era un poema: enoooooorme, abultada, sangrante pero... ¡lisa! La hinchazón se había llevado las arrugas y la abuela parecía satisfecha mientras daba de beber unos sorbitos de chichón a Pascualita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario