sábado, 20 de enero de 2018

San Sebastian.

Cada vez que arrancaba una flecha el rostro del Santo se contraía de dolor... o eso me pareció a mi aunque muy bien pudo ser el juego de luces de las velas encendidas y movidas por la suave brisa que entraba por la puerta abierta de la iglesia.

Menos mal que me he vuelto una experta arrancando cosas del cuerpo, desde que tenemos a Pascualita. Por eso, aunque muy molesto, el dolor fue menos que si hubiese ido despacio. Después de arrancar la última, el Santo resopló aliviado.

Bueno, ahí estaba mi buena obra del día. Podía estar satisfecha... pero no fue así porque San Sebastián dijo: - Ya te estás largando para tu casa y me traes el mono de trabajo de tu padre, que esta iglesia está llena de corrientes de aire. Y de paso, un jersey de pura lana virgen.

No me gustó nada el tonillo que empleó conmigo. Liberado de las saetas, se fue envalentonando y como por lo visto, en sus tiempos fue oficial del ejército del César, le salió la vena cuartelera y se puso a darme órdenes.

- Ni de coña voy ahora a mi casa. - ¡Firmes! (gritó el mártir) -

Pascualita, que había estado viendo todo el episodio asomada al borde del termo de los chinos, notó que yo me estaba alterando y, ni corta ni perezosa, se lanzó sobre el Santo con la dentadura de tiburón por delante. - ¡¡¡Noooooo!!! (grité porque sabía lo que iba a pasar. Se estrelló contra la estatua e hincó los dientes en ella. A punto estuvo de rompérselos)

De la sacristía salió un cura corriendo hacia nosotros - ¡¿Qué ocurre aquí?! - Tiré de la sirena y salí pitando de allí, mezclándome entre la gente que inundaba las calles en Fiestas. Poco después, las campanas de la iglesia tocaban a arrebato. Las personas que acudían a las Plazas volvieron sobre sus pasos y se dirigieron a San Miguel.

Me acerqué por allí. Había tanto jaleo que no entendía lo que decía el cura. - ¡Oiga! ¿de qué habla? - No se qué de saetas. - (Otro intervino) Se habrá roto el reloj y pedirá para comprar uno nuevo. - ¡A mi que me registren (dijo una mujer a mi lado) Estoy subiendo la Cuesta de Enero después de subir la de Noviembre y la de Diciembre...

Después de comer, me arrellané en la butaca para escuchar las noticias de la tele pero me dormí y solo me enteré del final. - ¿Entonces, San Sebastian ya no es mártir? - ¿Eh? - Sin flechas no hay martirio. - Habrá que estudiar éste caso. - ¿Y las flechas? - Estaban en el suelo. - ¿Algo más que resaltar? - No me hagan mucho caso porque he bebido unos cuantos tragos de chinchon, para los nervios, pero el Santo discutía con alguien. - ¿Perdón? - Y se le veía muy disgustado. - ¿A quién? - Al Santo Patrón, - ¡La madre que la parió! - ¿De quién? ¿A quién? - ¡A mi que me cuentan! Y encima, esta mañana, me han "limpiado" los cepillos... por cierto, los dientes de un diminuto tiburón están clavados en el dorso del Santo. - ¡Esto es para mear y no echar gota!


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