lunes, 16 de octubre de 2023

El que va a Sevilla pierde su silla.

El avión aterrizó suavemente en el aeropuerto de Palma y lo primero que pensé es que me habría quedado la silla. Mi silla. Esa silla en la que desayuno, almuerzo y ceno desde que nací. Con el paso de los años, cada vez me viene más estrecha y suelo emplearla para reposar los pies que me caben justito, justito.

- "Puedes dejar de rezarle a todos los santos. Estamos en Palma, boba de Coria" - Ay, tengo un pálpito, abuela... Ya no tengo sillita.. ¡snif!... porque he ido a Sevilla. Ay, que pena.

Me estaba recreando en mi desgracia cuando recordé un fracmento de cante hondo, cantado con mucho sentimiento, escuchado en una callejuela de Sevilla y pensé: - Solo por eso ha valido la pena el viaje.

Salimos en busca de nuestras maletas. La Cotilla dijo que se encargaría ella y a mi me mandó a por tres taxis.´- ¿Uno para cada una? (dije extrañada) - Que nos esperen con las puertas abiertas y el motor en marcha.

Esta mujer cada días es más extravagante (pensé) Pero hice lo que se me indicó. En seguida llegó la Cotilla empujando tres carritos atestados de maletas. - ¡Rápido, rápido! (gritó) - En un santiamén estuvieron colocadas en los taxis que salieron zumbado para casa.- Pues sí que ha comprado recuerdos, Cotilla... 

La Giralda y la gitana zapateando sobre una tabla, con el arte con que la parió su madre, se fundieron con las primeras sombras del anochecer y... solo por eso ha valido la pena el viaje.

A pesar de tener apagada la luz de casa, Bedulio el Municipal, tocó el timbre y por el telefonillo preguntó. - : Vamos a ver, una cosita... - ¡¿Con qué letrita?! (saltó la Cotilla) - ¿Os sobran maletas? - Nada sobra en casa de una pobre pensionista que se las ve y se las desea para llegar a fin de mes. - ¡Abra la puerta a la autoridad!

 

 

 

 

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