domingo, 8 de octubre de 2023

¡No sabe ná la Cotilla!

Roja como una gamba a la plancha a la que solo le falta el picadillo de ajo y perejil. Así sigue Pascualita porque éstas cosas no se le van de un día para otro. Además está que trina porque, de momento, no hay más atunes de plástico. He terminado con las existencias que tenía el señor Li en su tienda. Le pedí que trajera más y se los compraría todos, así tendría atunes para futuros celos sireniles.

A pesar de que los ojos del señor Li son una fina ranura en su cara, pude ver un destello egoísta iluminando aquella pequeña cavidad. Y entonces su boca dijo: - Mi sentil.lo mucho pelo ya no podel sel tan balatos los atunes. - ¿Por qué? - ¡Polque todo subil, boba de Colia! ¿No sabel tú? - Pero si solo son una birria de peces de plástico barato... - Pelo usal petloleo pala hacel muñeco... - ¡Menuda cara tiene usted! - ¡No! Yo sel comelciante. ¿Tu quelel más atunes? tu pagal más... o dal a mi gambas goldas. - Salí echa una furia de la tienda de los chinos. 

Al llegar a casa por poco piso a Pascualita que me esperaba, en el suelo, junto a la puerta. Le enseñé las manos vacías y ella sus dientes. En ese momento llegó la Cotilla: - ¡AvemariapurísimaaaaAAAAAYYYYYYYYYYYYYYYY!. - ¡y pisó la cola de la medio sardina! El ataque fue fulminante.

Unas horas después, vuelta en sí del coma etílico del chinchón que tuvo que tomar para calmar el dolor de los mordiscos, se arregló para salir al trapicheo y vi, en su bolso interminable, un marco. - ¿Y esto? - Con ésta cara me hacen fotos "enmarcadas" como cuadros de Picasso. Hay que aprovechar el tirón de la desgracia que me ha caído encima.

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