martes, 24 de octubre de 2023

Refresca.

La Cristalera me ha impedido el paso al balcón: - ¡Hace frío y no quiero constiparme! (me ha dicho) - Por si no te has enterado, la dueña de ésta casa soy yo y te ordeno que me dejes salir al balcón. - Te aviso: si sales no entras más. 

Tengo la cristalera más chula del barrio. - ¡Debo hablar con el árbol de la calle! - Hazlo por señas, nena. Estamos a 16 º , son las ocho de la mañana, hace viento y llueve ¿qué pintas en el balcón con tan mal tiempo?

Del otro lado de la cristalera, su hermana gemela me presionaba para que le diera un escarmiento - ¡Déjala abierta de par en par a la quejica esa!

Llevábamos una hora discutiendo sin avanzar ni un milímetro hacia un entendimiento cuando un golpe seco nos sobresaltó. Una de las ramas del árbol de la calle se estrelló contra el cristal. Los gritos arreciaron y aquello era una jaula de grillos. La discusión alcanzó a los comensales de la Santa Cena que, dividiendo sus fuerzas, organizaron una guerra por su cuenta.

A las bolas de polvo les pareció un juego divertido y se lanzaban unas contra otras partiéndose de risa hasta que chocaban y desaparecían. 

Pepe el jibarizado nos contó algo que solo entendió mi primer abuelito. Resultó ser otra versión de cómo, siendo el mejor guerrero de la tribu, acabó en llavero: - Fue la envidia cochina que me tenía el jefe de la tribu porque no ni la mitad de guapo que yo.

Un día invitó al tragaldabas del jefe de una tribu vecina y decidieron hacerme una jugarreta. Ante toda la tribu reunida en la plaza del poblado empezaron hablando del tiempo, después de deportes para acabar haciéndolo de belleza masculina. Ese era mi tema favorito y saqué pecho: - Ahí os doy sopas con honda porque el que está más bueno que el pan de molde soy YO.

Entonces el Jefe gritó: ¡A la olla con él! a ver si es verdad que está tan bueno 

Se ve que así fue porque, de mi solo dejaron la cabeza reducida.

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