miércoles, 25 de octubre de 2023

Infalible...

Pascualita lleva días sin salir de casa y se nota. Está nerviosa, irritable. Nos tiene a todos con el corazón en un puño porque, cuando menos te lo esperas, tira un buchito de agua envenenada con su saliva y si nos da, nos avía.

Los comensales de la Santa Cena apenas se asoman al marco del cuadro. Más de uno tiene una oreja de Dumbo y otros corren tras el ojo salido de su órbita debido a lo grande que se ha vuelto. Por eso he decidido sacarla a pasear en el termo de los chinos que empieza a ser ya, pieza de museo.

Después de ver tanta información sobre El Tiempo en todas la televisiones, me considero una catedrática del género, como lo era mi abuela Juana que con la ayuda de un callo del pie, sabía el tiempo que haría mañana sin equivocarse.

Bien pues, con todo ese bagaje familiar y televisivo a la espalda, salí al balcón y di mi veredicto: Hoy lloverá y refrescará. Así que salí pertrechada de paraguas y anorak. Media hora después estaba ante la Catedral de Palma desde donde se divisa una hermosa panorámica de la bahía.

El sudor corría a chorros por mi frente de camino al asfalto donde se convertía en charco ante la mirada asombrada de cientos de turistas, del gran crucero atracado en el muelle, con camisetas de tirantes, chanclas, gafas de sol, sombreros, gorras y viseras de propaganda para librarse del sol.

Pascualita estaba frenética porque el agua del termo de los chinos era puro caldo. Y atacó. Saltó de cabeza en cabeza, alejándose cada vez más de mi gracias a la Gran Muralla China que formaban los turista y me impedía el paso. 

Pensé haberla perdido para siempre cuando un griterío me orientó hacia ella. - ¡Fuego, fuegooooo! (grité) y así pude llegar ante unos alemanes descomunales que lloraban a moco tendido mientras Pascualita, a la velocidad del rayo, despojaba de sus enormes mostachos.

Salimos corriendo por las antiguas calles de la vieja Palma, mientras asociaba el "desmostacheo" alemán con el descorche, imparable, de las botellas de cerveza y tuve que parar a secarme las lágrimas de la risa que me dio ver a la sirena con un mostacho por sobrero.

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