miércoles, 18 de octubre de 2023

Encima se enfada

Pascualita revivió al llegar a casa. La pobre volvió de Sevilla amojamada y todo por culpa de la gente del aeropuerto que no me dejaron subir al avión la garrafa llena de agua de mar para la sirena. Protesté, claro, pero el guardia civil comentó. - Se ha tomado al pie de la letra lo de la sequía. En Sevilla hay agua. No creo que se la acabe toda, señora. - Señorita... si no le sabe mal.

Nos la vimos y deseamos para convertir en salada el agua dulce del Guadalquivir pero no dimos con la fórmula magistral y Pascualita empezó a cambiar de color. 

Al llegar a casa corrí a meterla en la pila de lavar del comedor. La Cotilla se enfadó porque la dejé colgada con el trasiego de maletas. - Ya me dirás que beneficio te da meter las manos, ahí, en remojo. 

De repente me dio por pensar que, al salir de viaje solo llevábamos una maletita cada una. Mi lengua, cobijada en la boca durmíendo una agradable siesta, despertó al sonido de la campanilla contra la que había chocado sin querer: ¡¡¡TILÍN, TILÍN, TILÍN!!! La boca se abrió de par en par y la lengua soltó lo que no está escrito: - ¡¿De dónde ha salido tanta maleta, Cotilla?! - Pues... del aeropuerto. - ¿No serán de la mafia china? - ¡No,! Son mías. - ¡¡¡LADRONA, CHORIZA, MANOS LARGAS, SINVERGÜENZA... !!! etc. etc. etc.

Cuando la legua se hubo despachado a gusto, tuve que meterla unas horas en agua para quitarle la inflamación.

La Cotilla, enfadada, cerró de un portazo la puerta de su cuarto mientras no dejaba de quejarse: - ¡Al final nadie me ha presentado a la María Luisa del Jardín, con las ganas que tenía yo de conocerla, jopé ya!... ¡¡¡PATAPÁM!!!

 

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