lunes, 2 de octubre de 2023

Rencorosa.

Que rencorosa es la Cotilla. Está enfadada con el mundo entero, empezando por la abuela y siguiendo conmigo. Esta mañana ha salido de su cuarto como un tren de mercancías haciendo carreras en los Juegos Olímpicos. Se ha detenido ante el aparador, subido a una silla y descolgado el cuadro de la Santa Cena y antes de que yo pudiera reaccionar, lo ha tirado por el balcón. Suerte que ha caído en una rama del árbol de la calle y se han evitado golpes y magulladuras los comensales que, escondidos tras el marco, temblaban como conejos.

- ¡Oiga! ¿Qué daño le ha hecho el cuadro? - Alguna cucharada de arroz, que era mío, se habrá comido esta tropa. 

Llamó la abuela - "Nena ¿hay moros en la costa?" - ¡Muchos y cabreados! - "¿Ha preguntado por mi la Cotilla?" - De momento, no. Solo ha tirado el cuadro de la Santa Cena a la calle - "¡Vaya!" - ¡Y ahora tirará a Pepe el jibarizado! ¡quieta, parada! - Otro que cayó en el árbol. Y tras él fueron mesas, platos, sillas... de todo.

Llamaron a la puerta. Era una de las vecinas que, periódico en mano, me enseñó la foto de un carruaje fúnebre recorriendo las calles de Palma guiados por dos hombres en el pescante. - ¡Mire, Cotilla. Aquí sale Esmeraldito con quien se lo llevó!

- ¿Quién es éste esmirriado? - Su novio... - Digo el otro. - Solo sé que se llama C y es un espía - ¡Esmirriado de nombre y de físico! ¡Esmeraldito, cariño ¿Dónde estás que hoy no te he visto? 

De lo más hondo de la garganta me salió la voz del Gallo Kirico contestando a la Cotilla: -¡Qué se yo. Qué se yo! ¡Que lo busque quien sea más listo! ¡¡¡KIKIRIQUIIIIII!!!

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