miércoles, 14 de noviembre de 2018

¡Ay, no puedo dejar de reír!

La abuela ha estado en casa y, sin venir a cuento, me  ha dado un pescozón que he dado palmas con las orejas. - ¡Aaaaaaayyyyyyyyyyy! ¿A qué viene ésto? - "Es por lo mal que educas a Pascualita. Le dejas hacer todo lo que quiere y mira cómo ha dejado al pobre Geoooorge"

La verdad es que da pena verlo. Y risa también cuando camina hasta el cuarto de baño como un pato, hinchado y mareado.

Se pasa un rato dentro y el primer día hizo algo extraño: ¡cantar flamenco!

Cuando lo escuché por primera vez no pude parar de reir. ¡Era su modo de demostrar su valentía, a pesar del dolor y la incomodidad, pero después, afinando el oído, me di cuenta que, de flamenco nada. El inglés lloraba a moco tenido y gritaba como un condenado jajajajajajaja ¡De valiente, nada de nada!

Yo me partía de risa, lloraba, moqueaba, hipaba y me dolía todo el cuerpo de tanto reir ¡Menudo cachondeo! Y cada vez que iba al baño, le seguía para no perderme nada de lo que hiciera allí dentro.

Esta mañana, en plan rezo, decía: ¡Señor, cuando nos traéras el Brexit para alejarme de ésta gente sádica!" - Sin embargo, cuando lo he sacado al sol del balcón, no se ha quejado de nada. Tal vez porque la mayoría de chicas que pasaban por la acera iban de pleno verano, con vestiditos frecos, sin mangas y a él se le iban los ojos detrás.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Qué, inglés, ya puedes juntar las piernas? ... Mira que picarte una avispa africana justamente... ahi. - Esa fue la respuesta que le había dado yo a la Cotilla cuando trató de meter sus narices donde no la llamaba nadie.

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