domingo, 11 de noviembre de 2018

El ocho.

La abuela se está acostumbrando a salir sin Andresito. - "Nena, quédate al abuelito que tengo que ir a un funeral y a él no le hacen gracia" - ¿El funeral de quién? - De Antoñito Caracoles. - Nunca he oído que lo nombraseis ¡Me estás engañando para que me quede con él mientras tu te vas de picos pardos! - "¿Cuándo te he dicho una mentira yo?" - ¡¡¡Q`WERIPTPROTRCKWEFRPG!!!

Esta mañana ha venido a casa. - "Voy a la Catedral a ver el 8" - ¡¿Otra vez?! - "Hoy hace un año de la última vez que lo vi" - Siempre me sales por peteneras. - "Me llevaré a Pascualita para que vea el espectáculo y así, cuando vuelva a su hábitat, podrá montar algo parecido allí..." - ¿Bajo el mar? - "¿No esperarás que una sirena monte una cosa de esas en el Himalaya, boba de Coria?"

Entonces empezó un tira y afloja entre nosotras. - ¡No te la lleves porque la perderás entre tanta gente! - "Ya es mayor para que tengamos que protegerla tanto" - ¡Eres una inconsciente! - "¡Y tu más tonta que un adoquín!" - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¿Qué os pasa? - ¡¡¡NADA!!!

No podemos dejar que la Cotilla sospeche que tenemos una sirena en casa. - "Bueno, me llevo el termo de los chinos... El color hace juego con..." - ¡Nada! (dijímos a dúo la Cotilla y yo) - ... las bragas" - Y salió hacia el comedor para meter a Pascualita en el termo, pero la seguimos la vecina y yo. - Vengo contigo - ¡Yo también! Con tanta gente apiñada y mirando al techo, me haré con una buena cosecha de carteras. - ¡Usted no viene! - "No, no vienes!"

Consiguió esconder a la sirena y salimos deprisa para que la Cotilla no se nos pegara como una lapa. Al llegar a la Catedral había una larga cola de gente ansiosa por ver formarse el famoso ocho con los colores del Rosetón Mayor.

Una vez dentro del templo vimos entrar a la Cotilla. Nos hicimos las despistadas aunque miramos de reojo. Su actividad empezó en cuanto puso un pie en el templo y los colores que andaban por las paredes fueron su cómplice.

La abuela había abierto el tapón del termo y Pascualita asomó la cabeza, curiosa. De repente, una mujer enorme se puso delante de nosotras y por más que le dije ¡que mira que le dije de todo menos bonita! no se apartó y no veíamos nada. Yo sentía cómo la rabia me subía garganta arriba y a punto estuve de dejarla sin tobillo de una patada pero la abuela fue más rápida: cogió a Pascualita y la lanzó a la cabeza de la frescales.

¡La que se lió fue parda! En lo que dura un suspiró la dejó monda y lironda. Los gritos se escuchaban en la calle. Hubo un conato de estampida pero, en ese momento, el sol hizo el 8 y la gente aplaudió a rabiar.

De un tirón seco y profesional, arranqué a Pascualita de aquella cabeza y fuimos de las primeras en salir a la calle. - "¡De prisa, nena! Vamos a coger sitio a Can Joan de S´aigo para desayunar chocolate con ensaimadas ¡¡¡TU PAGAS!!!"

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