lunes, 26 de noviembre de 2018

Navidad, espera un poco...

Cuando entré en casa, la Cotilla estaba tomando un chinchón delante de la tele. - ¿No tiene usted casa? - Que desagradable eres de buena mañana. Y, a pesar de saberlo, me he desvivido por adornarte el balcón que, en las fechas que estamos, lo tienes de un soso que tira de espaldas.

Mi cerebro reaccionó al comentario de la vecina poniendo en alerta el sistema nervioso. Se me pusieron los pelos de punta - ¿Qué pasa en el balcón? pensé. - ¡¿Qué ha hecho?! (grité) - Lo típico de éstas fiestas... - ¿Qué fiestas? ¿La Constitución? ¿La Inmaculada?... - ¡Navidad, mujer, que no das una! - ¡¡¡FALTA UN MES!!!

Corrí al balcón. Era peor de lo que pensaba. ¡SEIS HERMOSOS PAPA NOEL, SEIS!, estaban en plan "subo a dejarte los regalitos que llevo en el saco" o "Me voy porque ya te he "limpiado" todo lo que me llevo en el saco"

- ¿De dónde ha sacado a tanta "gente"? - Los he ido encontrando por ahí... - Ya me extraña, ya. - Pues es lo más natural del mundo. Los cuelgan, se caen porque los nudos no están bien hechos, o se los lleva el viento... en fin, cosas que pasan. - Y casualmente, los encuentra usted. - ¿No te gustan? ¿Has perdido tu espíritu navideño? - Supongo que lo encontraré ¡cuando llegue Navidad!

Llamaron al timbre. Al abrir la puerta me encontré de frente con el señor Li y cuatro chinos más. - ¡Hola! ya veo que... - ¡Tu no decil nada! ¡Tu no milalme! ¡Yo buscal Papa Noeles que tu quital a mi tienda! ¡Soblinos míos cogel de tu balcón!

Me aparté para que pasaran. Los jóvenes entraron pero el señor Li fue incapaz de poner un pie en casa. De repente se oyeron gritos, golpes y estropicios. Corrí a ver qué pasaba. La Cotilla y los chinos estaban en plena batalla campal. - ¡Que se llevan a los Papa Noeles! - Son suyos... - ¡Y una leche! Los he encontrado yo. - Dice el señor Li que... - ¡Que me lo diga a la cara! Estaban en la calle. Delante de su tienda pero en la calle. Y la calle es de todos. Y lo que hay en ella es mío.

Finalmente y para mi disgusto, los chinos se fueron con las manos vacías.¡Menuda es la vecina!

Sudorosa, la Cotilla, cogió de nuevo la botella de chinchón y siguió con lo que estaba haciendo cuando yo llegué: bebérselo.

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