sábado, 24 de noviembre de 2018

¡Se armó el belén!

Aún no había sonado el despertador cuando llamaron a la puerta. A regañadientes fui a abrir. En el rellano de la escalera estaba Geooooooorge, resoplando y con cara de preocupación - ¿Estar madame here? - No. ¿Dónde has aparcado hoy que no suenan los pitos de los coches?

Resulta que los abuelitos, que fueron a El Funeral como todas las noches, no han aparecido por la Torre del Paseo Marítimo. - Menuda tajada deben llevar encima. - Mi preocupado... ¿Llamar a guardia Bedulio? - Eso sería lo último que haría. No quiere saber nada de mi. - Llamar yo.

Mientras esperábamos la visita del Municipal, al que Geooorge logró engatusar para que viniera a casa cuando supieran algo, el inglés dijo que los abuelitos habían salido disfrazados porque se iba a celebrar una fiesta en la cafetería. - ¿De qué iban? - De frailes. - ¿Y eso? - Madame preguntó a mi qué ser Black Friday. Yo explicar: ser Viernes Negro. Pero ella decir: no, Geoooooorge, me refiero a la fiesta esa americana de los frailes. - Yo decir: no, madame, frailes nou, friday. - Ella cree que friday es algo de fritanga y, por más que yo decir, ella siempre decirme, no.

Pasó mucho rato y un montón de tés tomados por el mayordomo, hasta que llegó Bedulio. - Tus abuelos están en los calabozos de la policía nacional. Ya sabía yo que el día menos pensado pasaría algo así. Lo raro es que no estés tu también.

El inglés palideció. - Yo ser desgracia (decía, compungido) primero Brexit, ahora quedarme sin trabajo. - ¡No seas agorero, inglés! Estarán durmiendo la mona. - No creo que salgan hoy (sentenció Bedulio) Asaltaron un convento de capuchinos. - ¡Ostras!

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! ¡Han enchiquerado a tus abuelitos, nena! Un compañero de fatigas del trapicheo nocturno estaba con ellos por una tontería de nada, un malentendido, cosas que pasan... ¡Van todos vestidos de frailes! Hasta Conchi con el móvil tocando Paquito el chocolatero a todas horas. Por lo visto, aprovechando que era El día de los frailes han asaltado un convento cargados de botellas y otras hierbas y han montado allí una orgía judeo-masónica de la Tercera Edad ¡Lo nunca visto!

Mientras Bedulio decía que no con la cabeza, como si no acabara de creer lo que estaba escuchando y Geoooorge se preparaba otro té, yo repartí unas cuantas copas de chinchón a todos. Y en el acuario eché un buen chorreón de licor para levantarle el ánimo a Pascualita.

Llevaba un buen rato mirándonos a través de las algas y pensé que a ella también le hacía falta. En cuanto el chinchón, mezclado con el agua, fue bajando por el acuario, ella inició el descenso con la boca abierta para no desperdiciar ni una gota.

Por fin se abrió la puerta de casa y dos "frailes" algo descompuestos, dijeron: ¡¡¡LO QUE NOS HEMOS REIDO!!!

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