viernes, 9 de noviembre de 2018

Que buenas son las siestas.

La abuela me ha endosado a Andresito y se lo he devuelto a vuelta de correo. - "¡Vaya cara tienes!" - No puedes mandarme al abuelito con una depresión de caballo y menos cuando ya estás eligiendo la foto para la Pared de los Finados. - "¡Naturalmente que puedo y acabo de hacerlo! El rolls royce estará al llegar." - ¡Abuela, no me hagas esto! - "¿A que te quedas sin la Torre del Paseo Marítimo?" - ¡Chantajista!

Acaba de sentarse en la salita y me ha pedido que le ponga ¡el programa de la Esteban! Estoy por llamar a Urgencias. Y lo peor es que, cuando ha subido Geoooorge cargado con la maleta del abuelito, se ha sentado con él y no pierden rípio de lo que hablan en la tele.

¡Menuda suerte la mía! Uno, depresivo por culpa de la política y sus charlas con quien no debía. Y el otro por el puñetero Brexit. No puedo con éste panorama y si no espabilo, acabaré depresiva yo también así que me he sentado a hablar de nuestras cosas con Pepe el jivarizado y Pascualita.

De repente me he dado cuenta de que Geoooorge es un buen cocinero, lo tengo a mano y voy a sacarle partido. - Hoy guisarás tú, inglés. - Mi no guisar. - ¡Abuelito, mira lo que dice tu mayordomo! - No quiero discusiones. Guisa y santas Pascuas.

- ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! ¡Que bien hueleeeeeeee! (gritó la Cotilla en cuanto entró en casa) - Vaya poniendo la mesa... ¿no?... ¿por qué?... - La invitada se encuentra con la mesa puesta... ¡Geoooorge, sírveme a mi primerooooooo!

El caso es que rebañamos los platos. La fabada estaba deliciosa. - No sabía que un inglés pudiera hacer algo tan bueno. ¡Enhorabuena! - Llevé los platos sucios a la cocina y en el cubo de la basura, encima de los desperdicios, había dos latas de fabada asturiana. - ¡Tramposo! - Se me encendió la sangre y sin pensarlo, le tiré a la sirena a la cara y se agarró como una lapa.

La voz de Pacualita me llegó, fresca y joven, a través de la rabia que sentía. - No me gusta mucho comer ingleses, boba de Coria. Son sosos y tienen mucha teína y luego se me repiten todo el día. - Héchale kepsup. - ¡Todo lo arreglas con salsas! Está asqueroso!

Mientras discutíamos, la nariz de Geooorge iba pareciéndose cada vez más a la trompa de un elefante. Rozaba el suelo y para dar por finalizada la discusión, soltó un berrido que nos dejó sordos. Entonces se me iluminó la bombilla y el inglés barritó con todas sus fuerzas mientras yo, completamente exahusta, no se porqué, pegó su corpachón al de la abuela y abrío nos ojos atormentados.

Horas después, cuando solo quedaba una gran nariz como recuerdo de lo pasado, Pepe estornudó a lo bestia. Le presté media cáscara de naranja, se la puso en la cabeza y cantó con su voz ecléptica: ¡Tengo una vaca lechera! Tuvo un gran éxito.

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