domingo, 4 de noviembre de 2018

La okupa.

Ahora somos uno más en casa: la araña, agradecida por no haberme cargado su tela de araña que tanto trabajo le costó hacer, ha tejido un tapete para la mesa del comedor que ha quedado monísimo. Se ve que tiene experiencia. Después de ésto, ¿con qué cara le doy un escobazo y la mando al otro barrio?

Esta mañana se ha unido a Pascualita y a mi, en el desayuno. Me ha parecido que se tomaba ciertas libertades porque nadie la había invitado y mi sueldo no llega para tantas bocas pero, por ser el primer día, no le dije nada. Preparé dos cola caos como siempre y cuando la sirena, con sus saltos a la taza, lo puso todo perdido, la araña se limitó a beber de los charquitos de cola cao.

He decidido darle un voto de confianza y después ya veremos. De momento, además del tapete, ha zurcido el roto que le hice a la telaraña de la librería y ha quedado niquelada. Hay que reconocer que la tía tiene un arte extraordinario. He pensado que, con lo mañosa que es, la abuela podría enseñarle a bordar punto mallorquín para que hiciera mantelerías, juegos de cama, etc. etc. Son cosas que las novias ya no ponían en las Listas de Boda, pero éstas cosas se han vuelto a poner de moda y podríamos sacarnos un pastón: ella como trabajadora y yo como Relaciones Públicas.

Además, Pascualita y la araña han hecho amistad. Se han estado observando un buen rato y cuando yo ya temía que la sirena se la zampara pensando que era un cangrejo, pasó de ella. Más tarde, la parte alta del acuario quedó adornada con una trabajada telaraña.

No he dicho a nadie que tengo una okupa, a ver si me van a subir el alquiler.

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