domingo, 18 de agosto de 2019

Haraganeando en un domingo de agosto.

El árbol de la calle que da al balcón de casa, se está quedando mustio. No llueve. ¿Dónde se han metido aquellas estruendosas tormentas de verano que me ponían los pelos de punta pero que, cuando cesaban el aire quedaba perfumado de olor a tierra mojada? ... Habrá que preguntárselo al Corte Inglés que todo lo sabe: cuando llega la Primavera, el Verano y no tardará en anunciarnos el Otoño y el Invierno. Lo tienen todo controlado ésta gente.

Me he sentado con Pascualita en el balcón. Ha sido una manera de acompañar a un amigo enfermo y le he hablado de él a la sirena que, por cierto, miraba por todo menos dónde le decía. Como tiene los ojos tan laterales me despista.

- Pues, sí, Pascualita, aquí dónde lo ves, empezó siendo una miniatura, una semillita. Como nos ha pasado a todos. La semilla fructificó, arraigó en la tierra de una macetita y fue creciendo ante la mirada orgullosa de los jardineros. Y pasado un tiempo, cuando su tronco tenía la consistencia suficiente, le buscaron un trabajo porque, aunque tú seas la excepción de la regla, quien no trabaja no come.

- Alguien pensó que en éste trozo de acera el árbolito sería feliz. Y parece ser que lo ha sido. Ahora está pasando una crisis y hay que mimarlo.

Pascualita, colocada sobre mi falda, se movió inquieta, harta de oírme. Le di un pequeño tirón de su pelo-algas para que estuviera atenta. - El árbol nos ha regalado muchos días de sombra. He ahorrado en la factura de la luz porque no ha hecho falta poner la radio para escuchar música teniendo el canto de los pájaros que anidan en él y aunque, es verdad que lo ponen todo perdido, entretiene oírlos.

- Ahora está  perdiendo hojas. El barrendero del barrio está hasta el gorro de barrer un montón todos los días. Tenemos que hacer algo... ¿Qué se te ocurre, Pascualita? ¿Estás pensando?

De repente, una fantástica idea acudió a mi mente. Señal inequívoca de que el refrán sigue siendo válido: Quien la sigue, la consigue.

Me puse de pie de un salto - ¡¿Por qué no se me ocurriría antes?! (grité entusiasmada)

Corrí a la cocina, llené, hasta arriba, un cubo de agua del grifo, me asomé de nuevo al balcón y lo vacié en el alcorque seco, del árbol... Eso creí pero los gritos que llegaban de la acera me hicieron dudar. Al asomarme, dos hombres me amenazaban con sus puños: ¡Bedulio y el señor Li! que llevaban allí un rato hablando. - ¡¡¡TU SEL BOBA DE COLIAAAAAA!!! - ¡¡¡AHORA MISMO TE MULTO POR UN MONTON DE COSAAAAAAS!!!

- ¡Que cruz tengo con éstos dos, Pascualita!





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