viernes, 2 de agosto de 2019

La abuela va discretita..

La abuela no tiene mesura. ¿No puede ir a la playa como todo el mundo. Con un vestidito de nada, chanclas, una gorrita y una mochilita para llevar la toalla, la crema para el sol y el peine? Nooooo. Ella tiene que ir dando la nota. Por esto Andresito ha puesto la excusa de encontrarse mal: - "Dice que tiene diarrea veraniega" - Puede que sea verdad... ¿no?

- "Este hombre está cada día más viejo. Chochea. Y me preocupa porque acabará comiendo sopitas de leche..." - Oooooh, que bonitoooo... Llegar a estas edades y cuidarlo como si fuera un bebé, dándole de comer en la boca... - "¿Quién, yo? ¿Acaso no tengo un mayordomo inglés al que le pagamos una pasta gansa?... ¿Nos vamos"

 Viéndola con esa pinta se me había olvidado que íbamos a la playa con Pascualita. - ¿Vienes así? - Se miró en el espejo del aparador. - "Voy perfecta.  Y tu, disfrazada de pobre de solemnidad"

Geooooorge nos acompañó con el rolls royce. - "Quédate en el coche y si aparecen por aquí las dos Reinas toca el claxón." - ¿Te has vestido así a propósito? - Claro, pardala. Detrás de las Reinas va el fotógrafo del Hola"

De arriba abajo llevaba: una pamela adornada con un montón de frutas de cera. Pendientes criollos enoooormes como para que un gorrión se columpie en ellos. Top a rayas horizontales blancas y azules. Pareo a rayas verticales rosas y moradas. Chanclas altísimas de Manolo Blanik. Bolso redondo de esparto cuajado de espejitos que herían los ojos de los que estaban alrededor cuando el sol se reflejaba en ellos. Gorro de baño lleno de flores superpuestas, de mil colores... Toalla piel de tigre de Dior. Neceser completísimo de cremas, perfumes, etc. etc. Nevera portátil con botellas de chinchón on the rock y unos bocadillos de caviar para ella y Pascualita, y de choped para mi...

Llenó un cubo de agua y metió a la sirena que se volvía loca intentando salir y largarse hasta el mar. Una vez consiguió saltar a la arena cuando la abuela dio una cabezada. Una gaviota fue a por ella pero se encontró con dos enemigos: la dentadura de tiburón de Pascualita y el zapatazo en pleno pico "regalo" de la abuela.

Nos fuimos antes de que aparecieran las dos Reinas porque las frutas de cera del sombrero se fundieron y cayó, gota a gota, sobre las pestañas postizas y a punto estuvo la abuela de que le pusieran un kiosko de la Once en la esquina de su casa.

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