lunes, 12 de agosto de 2019

Que poquita isla nos queda.

Después de aguantar la tabarra que me ha dado el abuelito sobre "nuestra isla", lo mucho que la quiere, lo orgulloso que está de ella, de su historia, sus costumbres, su lengua, su gastronomía, sus calas, sus aguas transparentes, sus..., sus... y más sus, he acabado con dolor de cabeza y de cuello. Esto último es por estar diciendo a todo que sí dando cabezadas porque hablaba sin parar y sin dar opción a que metiera baza.

Antes de irse se bebió tres vasos de agua ¡No me extraña! debía tener la garganta seca y la lengua hinchada. Seguro que mañana la tendrá con agujetas.

Poco después ha llamado la abuela. - "¿Está Andresito?" - Afortunadamente, ya se ha ido. - "¡Oye, un respeto que es tu abuelito segundo! ¿Ha hablado contigo?" - No ha hecho otra cosa desde que ha llegado. Tengo la cabeza como un bombo. - "¿Y qué te ha parecido lo que te ha contado?" - Un ataque de nacionalismo casero... ¿Le pasa algo? - "¡No me digas que no te lo ha dicho!" - ¿Todavía tenía que decirme algo más? ¡que no vuelva hoy, porfi, que tengo que procesar tanto información!

Pero la abuela no me escuchaba y hacía su soliloquio particular: - "Qué extraño... pero si es un notición... ¿No estará perdiendo la cabeza?... Claro que, si no la pierde ahora, ya no la perderá nunca..."

La interrumpí: - Te paso a Pascualita. Habla con ella, yo voy a relajarme con unos chinchones on the rock. - Puse a la sirena junto al teléfono y allí la dejé escuchado la voz de su amiga. Me encantó la cara de desconcierto que puso al oirla sin verla. ¡Madre mía que bicho más feo!

Los pelo-algas se le erizaron, la dentadura de tiburón salió a pasear y mordió con furia el auricular. - ¡¡¡Eeeeh, que te lo cargas!!! - El cabreo le puso los ojos bizcos y acentúo el color blanco-violáceo de su piel. Por si las cosas se ponían feas para mi porque, en cualquier momento, podía escupirme veneno a los ojos, puse un buen chorreón de chinchón en un bol y se lo acerqué. Fue mano de santo.

La abuela seguía hablando sola: - "No lo entiendo..., no lo entiendo..." - Cuéntamelo tú y acabamos antes. - "¿Te has enterado que unos millonarios ingleses, que resulta que son indios, han comprado casi cuatro kilómetros de de costa mallorquina. En total, cuatrocientas cincuenta hectáreas de terreno..?" - ¡Que barbaridad! Con razón le ha dado el ataque de nacionalismo casero. ¡No me extraña! ¡A éste paso poco territorio de la isla sera "nuestro" como dice él! ¡¡¡YO TAMBIÉN ME CABREO!!!

- "Nena, como de costumbre, no te has enterado de nada. ¡Es el abuelito quien ha cobrado los tropecientos mil millones de millones que han soltado los indios encima de la mesa del comedor de mi casa! Por eso me extraña que no te haya contado nada..." - Me quedé a cuadros. - ¿Ha sido él, el vendedor? Entonces de nacionalismo casero, nada. Ha sufrido un ataque de arrepentimiento, que yo me he tragado, mientras el oro brillaba en sus bolsillos ¡¡¡LA MADRE QUE LO PARIOOOOOOO, AUNQUE SEA LA MOMIA!!!

No hay comentarios:

Publicar un comentario