lunes, 26 de agosto de 2019

Las hojas muertas del Otoño...

Irremediablemente llega septiembre. Y con él el Otoño que ya se anuncia llenando las calles de hojas secas de los árboles y los niños ni se enteran porque van absortos con sus maquinitas, pegadas a sus ágiles dedos. Unos aparatitos que, contando con la imparable evolución de las especies, acabarán siendo parte de sus cuerpos. Que ya nacerán con ellas digo... - Pascualita ¿me estás escuchando?  Del mismo modo que tu especie perdió, vete a saber cuando, las piernas, los niños del futuro tendrán un nuevo apéndice que hará bip, bip, bip, más que nada para que sepan que están en el mundo.

- Los niños de hoy en día ya no meten los pies entre los montones de hojas, ni sus madres les dicen: ¡Sal de ahí que te manchas los zapatos! Y aunque las hojas siguen cayendo como desde que el mundo es mundo, puede que un día también muten en hojas de colorines de luces de neón para llamar la atención y que los ojos infantiles se vuelvan hacia ellas... ¡Oyeeee! - La sirena acaba de dedicarme un corte de mangas - ¡¿Quién te ha enseñado a hacer eso, maleducada?!

Satisfecha ante mi reacción, me dedicó unos cuantos más. Naturalmente, la "maestra" no podía ser otra que... - ¡Geoooorge, pónme con mi abuela antes de que os llegue el Brexit! - Que poco le gusta que se lo nombre jejejejejejeje

- ¿Le estás enseñando groserías a Pascualita, abuela? - Mi no ser abuela. ¿Quién ser Pascualita, boba de Coria? - ¡La madre que te parió, inglés! - No, my mother no llamarse Pascualita... - ¡¡¡QUE SE PONGA MI ABUELA!!!

Cuanto más me enfadaba yo, más señales OK hacía la sirena con sus deditos palmeados. Al final le tiré un cenicero de metal que estaba en la mesa del comedor... Me he cargado el espejo del aparador. ¡Y todo por culpa de la medio sardina! Me he puesto furiosa. El bicho reptaba a toda pastilla tratando de llegar a una cuba de madera de Ikea, llena de agua de mar. Le tiré una figurita de Lladró, más falsa que un duro sevillano,  que la abuela compró, hace años, en una tienda de Todo a Cien, precursora de las tiendas de los chinos.

Esta vez me cargué la figurita y la Santa Cena.  La sirena seguía reptando, desesperadamente hasta que, llegando al borde del aparador se dejó caer a la cuba y desapareció bajo las algas del fondo.

- Geoooorge... dile a la abuela... - MADAME NO ESTAR. - ... que se ha roto la Santa Cena... - "¡¡¡MANAZAS. QUE CRUZ TENGO CONTIGO!!!"


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