viernes, 9 de agosto de 2019

Lola Victoria.

Estoy pegajosa porque ¡hase caló. Muxa caló! Es la gran noticia de éstos días. La que pasa por encima de desastres, dramas, las malas artes de Trump con sus vecinos, los otros americanos; barcos cargados de seres humanos que nadie quiere en sus puertos... y demás cosas que nos "regala" la Vida al pasar. Hase caló... ¡¡¡en agosto!!! ¿será posible?

 Me llama la abuela. - "Nena, hoy hay toros en Palma. Te invitaría a ir a ver la corrida pero me he concienciado y voy a estar en la manifestación antitaurina" - ¡Vaya, hombre! Para una vez que quieres invitarme a algo...

La abuela es del todo o nada. No conoce las medias tintas. ¿Por qué no podemos ir a la manifa e invitarme luego a cenar por ahí? Dice que no es lo mismo. Además, en el bar de la esquina ya no hacen aquellas maravillosas croquetas...

Hay que ver como cambia todo cuando conoces a la gente que van a echar de su casa para que el 
propietario gane unos cuantos euros más, canallescamente, a pesar de ser buenos pagadores y bellísimas personas a las que la Vida (otra vez) ha marcado a fuego con la palabra SUFRIDOR. Y vaya si sufren. Se llama Lola Victoria. Su primer nombre, Dolores, la predispone para pasarlo mal pero ya va siendo hora de que el segundo, Victoria, tome la delantera y ¡por fin gane las batallas que parecen, irremisiblemente, perdidas!

Como sigo sin Pascualita le cuento estas cosas a Pepe. Ya sé que es aburrido pero, por lo menos, me hace compañía. Le pido consejo y da la callada por respuesta. No se le pueden pedir peras al olmo a una cabeza jivarizada, bastante hace con escuchar...

He oído un siseo por debajo de la puerta de la calle. Me asomo al pasillo... ¡otra multa!


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