domingo, 21 de febrero de 2021

En la tele.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaa! - La Cotilla entró en casa como un elefante en una cacharrería y al llegar al comedor se paró en seco al ver el extraño movimiento que tenía la pechera de la abuela. - ¿Qué tienes ahí? - Andresito, que no se había percatado, volvió la vista hacia su mujer. - ¡Cariño, tus hermosas tetas tienen en mal de San Vito! (dijo, alarmado) - "Que bobos sois (dijo mientras luchaba por encontrar una excusa creíble) Llevo un nuevo sujetador que da masaje anti estrés"

- ¡¿A ver?! (soltamos todos a la vez) 

Nos apelotonamos a su lado, Geooooorge incluído. La abuela me envió un mensaje a través de las cejas fruncidas: - ("¡¿Eres idiota?!") - Entonces recordé que, aparte de su primer marido que la estaba sometiendo a un señor magreo, también estaba Pascualita y podrían descubrirla si seguíamos por ese camino.

Afortunadamente, el árbol de la calle se puso a cantar y sonó el móvil de Andresito. - Al ritmo del brindis de la Traviatta llené vasos con chinchón y la voz de la Momia, clamando por ver a su enamorado (el mismo que estaba en pleno magreo) sonó, claramente, en el comedor.

Inmediatamente el panorama cambió: mi primer abuelito tomó, ipso facto, las de Villadiego saliendo al balcón y aupándose a una corriente de aire que pasaba por ahí, camino de la Torre del Paseo Marítimo mientras los demás chocábamos los vasos y ¡hale hop! chinchón al gañote y vuelta a empezar.

Hasta Pepe el jibarizado participó en la bebienda cuando la Cotilla, bizqueando, mojó un dedo en su vaso y puso la gota que se había agarrado a él, en la boca, cosida, del llavero. - Este no... ¡hip!... no se ha enteraaaaado de ná... ¡hip! - Cogió la botella y hechó sobre la cabeza reducida un buen chorreón de licor.

¡Y vaya si se enteró el esperpento! Su ojo-catalejo se movía alocadamente y en lugar de decir O dijo UUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUU porque llevaba encima la mayor tajada de su vida.

Nos despertaron los bomberos al día siguiente porque los vecinos, al estar taaaantas horas sin escuchar ni un ruído, ni un grito, en casa, pensaron que me había muerto y una de las vecinas, precavida, dijo: - Vale más avisar a los bomberos ahora, que esperar a que apeste la escalera. - Y así fue como salimos en el telediario nacional: despeinados, ojerosos, somnolientos y boquiabiertos ante la sorpresa de las cámaras de televisión.

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