sábado, 20 de febrero de 2021

La duda.

 La abuela no sabe que me puedo comunicar con Pascualita porque no se lo he dicho. Mejor dejar las cosas como éstan porque cada vez que éste bicho abre la boca, sube el pan.

Se me erizó el pelo cuando supe que era, o fue, antropófaga contra los de su misma especie. Y ahora me queda la duda de si Pepe el jibarizado también lo fue. Porque, a pesar de que a él se lo comieron ¿su tribu también se comía a los enemigos capturados? ... No sé si quiero saberlo. Pero me alegro que no tenga dientes.

Estoy rodeada de una fauna bien curiosa. - ¿Qué opinas, abuelito? - ¿Sobre qué? - Sobre lo que estoy pensando ¿o es qué ya no tienes telepatía? - ¡Claro que tengo! pero, primero, tengo que sintonizarla como si fuese una radio. 

Envuelta en mis pensamientos no escuché el concierto de pitos que se organizó bajo el balcón cuando el rolls royce de los abuelitos aparcó en el sitio del bus de línea. Por eso me sobresalté cuando apareció en el comedor diciéndome: - ¿Qué opino de qué, nena? - ¡Huy, que susto me has dado! - Si me estabas hablando... (Vaya, me había oído) - Pues... debía ser una tontería porque no recuerdo la pregunta. 

La abuela, en manga corta, minifalda de brilli brilli, lentejuelas hasta en el pelo teñido de varios colores y botas de pescador con un tacón de diez centímetros, entró pisando fuerte. - "No le hagas caso, Andresito ¿no ves que tiene la cabeza a las cuatro de la tarde? - Pobrecilla, tan joven como es...

Mi primer abuelito, desde lo alto de la lámpara se mordía las uñas de puros celos. La abuela estaba guapa y elegante (según ella) y no tenía ojos más que para Andresito. 

Pensé que, a pesar de ello, no podía pasar nada malo porque el primer marido es un ánima colgado de la lámpara pero, en cuanto la abuela se sentó, con Pascualita en el escote en plan broche, a tomar unos chinchones, mi primer abuelito no perdió el tiempo y entró también en el escote disputándole algo de sitio a la sirena que no se enfadó porque ante un dedo goteando chinchón, para ella, pierde el oremus.

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