Pepe el jibarizado no para de echar agua por el ojo-catalejo. Ya he llenado tres veces el cubo de fregar y no tardará en llenarse el cuarto. Y todo porque estuvo un rato dentro del acuario con Pascualita.
Por lo visto no fue una buena idea la que tuve. Pensé que no podría pasar nada porque el llavero y la medio sardina son amigos, casi familia. Pero Pascualita, sabiéndose dueña del terreno acuoso, tomó a Pepe por un aperitivo y tardó ná y menos, en mordisquearlo.
Cuando lo saqué de allí estaba hecho un Cristo el pobre. A eso se sumó la rabia de la sirena a la que, según ella, le había quitado su tentempie y hace todo lo posible por tirar al suelo el agua del acuario.
- ¡Pascualita, para o acabarás en la sartén, jodía! - Pero ni caso. Pedí ayuda a mi primer abuelito y se limitó a ésto: - Vaaaale ya, guapita, que la nena se va a enfadaaaaar... - Hasta a mi me dio risa. - ¿Eso es todo? ¿Así te imponías delante de la abuela? No es raro que te facturaran para el Más Allá... ¡¡¡PASCUALITA!!!
Y Pepe ¿de dónde saca tanta agua? ... - Dice que es el caldo residual de cuando los de la tribu enemiga, hicieron con él un cocido madrileño. - ¿Madrileño por aquellos andurriales? - Si, hija. Los tambores, en la selva, son más efectivos que Internet. - ¿Y estuvo bueno? - ¡Huy, se ha picado Pepe. Dice que la duda ofende porque él siempre estuvo de rechupete.
La sirena, no queriendo ser menos, se unió a la conversación vía primer abuelito. - Dice ¡que sea la última vez que me quitas la comida! - ¡Lo puse en el acuario para esconderlo! - ¿No tienes bolsillos, escote o un cajón? ¡coñe ya!
Tantas broncas en tan poco espacio de tiempo no se pueden aguantar y me subí a la rama del árbol de la calle. - ¿Quiéres que te cante una saeta, flor de loto? (dijo él) - Mejor me das un garbeo tranquilizador (y cerré los ojos) - Al abrirlos, la hoja de la guillotina, ensangrentada, silbó (¡zuuuuiiiiiiuuuuu!) frente a mi cara.... ¡La madre que os parió!
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