lunes, 22 de febrero de 2021

¡Que cara!

 He llegado a casa bastante enfadada, ¡muy enfadada! (les he contado a Pascualita y Pepe) que iba paseando por Palma cuando un maromo, al pasar cerca de mi, me ha dicho: - ¡Guapa! - ¡Ostras! Me ha dado rabia y le he contestado: - ¿Me lo dices ahora que llevo mascarilla? Si no se me ve la cara. - Pues por eso lo digo.

Pascualita ha echo la señal de OK con sus deditos palmeados: - ¿Eso qué quiere decir? ¿Qué te gusta o que no? (entonces aplaudió) 

Ya sé que es un raro especímen de pez o de persona, pero me cabrea que no sea más clara. Ya que opina, que lo haga bien la muy jodía porque no quiero pasarme el día pensando si ha dicho una cosa u otra. - A ver, Pepe ¿qué opinas tú porque con la media sardina no me aclaro? - Y el jibarizado soltó: - OOOOOOO - mientras el ojo-catalejo se volvía, una vez y otra, hacia mi cara.

Entonces una torrentera de ¿agua? ¿lágrimas?... salió por el ojo-catalejo poniéndome el suelo perdido. - ¿A qué viene ésto, llavero? ¿vas a recoger tu el charco que estas formando? - Era como si las Cataratas del Niágara se  desbordaran en el comedor. - Entonces le salió una especie de hipo: - ¡HIPOOOOO!... ¡HIPOOOOO! (¡lo que me faltaba para el duro!)

Mi primer abuelito hacía sus pinitos de trapecista en la lámpara del comedor balanceándose de un lado a otro. - ¡Al final la romperás y tendrás que comprarme una de cristal de roca! - Soy un ánima, nena, y no están permitidos los bolsillos, ni las carteras, en los sudarios. - ¡¿Tendrás cara?! - Si me haces una sonrisita te cuento una cosa sobre Pepe (dijo, zalamero).

Para sonrisas estaba yo pero, con tal de enterarme de la vida y milagros del jibarizado antes de serlo, hice lo que pude y acabé pareciéndome a la Mula Francis. Pero el abuelito se dio por satisfecho. - Venga, cuenta. - Pepe no está llorando, sino ¡riéndose de ti! jajajajajajajajaja

- ¡Vidriera, ábrete! - Le di tal patadón a la cabeza jibarizada que metí un gol por toda la escuadra en la boca del árbol de la calle. ¡Y se le atragantó! (cosa de la que me alegré) Ya lleva todo el santo día carraspeando para sacarla y llorando como una Magdalena porque no puede. 

Hasta los gorriones están emigrando ¡Esto no hay quien lo aguante!

 



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