martes, 20 de septiembre de 2022

¡Descubierta!

La Cotilla ha entrado en casa como un basilisco. - ¡¿Se puede saber qué hacías el otro día en MI CASA?! 

Un sudor frío empezó a correr por mi espalda. Las piernas temblorosas apenas me aguantaron. Me sujeté a una de las sillas del comedor y, sin querer, pisé una bola de polvo que se desintegró como me hubiese gustado poder hacer yo. Me sentía culpable de invadir un hogar externo... ¡Un momento! eso es lo mismo que viene haciendo la Cotilla en mi casa, de la que no se va ni con agua caliente porque la he echado montones de veces y pone las trompas de Eustaquio en estado cataléptico, la muy jodía, para no escuchar lo que no le interesa oír.

Por otro lado... ¿cómo se ha enterado?

Indagué. - ¿Quién le ha dicho semejante barbaridad, Cotilla? - Uno de mis huéspedes te vio en la cocina cuando fue a prepararse un té. - ¡Imposible! Si usted misma dijo que se pasaban noche y día llorando y tomando té. - Pero ya han terminado el duelo por su reina y han vuelto a las viejas costumbres de beber, beber y beber cervezas, de la mañana a la noche y su cerebro se ha activado, saliendo del sopor del agua caliente con hierbas.

No me lo podía creer. 

- Bueno, pues yo no era. - Te ha descrito perfectamente. - No era yo. - Por mi puedes decir misa. Dentro de poco vendrán a detenerte e interrogarte porque te he denunciado. - ¡Tendrá cara!

Llegaron Bedulio y un compañero. Al verlos dije - Antes de que me torturéis... dejad que hable mi abogado defensor. - Pusieron cara de estupor. - Oiga, que no tenemos toda la mañana ¿Dónde está? (dijo uno) - Ahora lo llamo: ¡ABUELITOOOOO. AYUDAAAAAAAAA!

Bedulio se desmayó. La Cotilla corrió escaleras arriba y se encerró en su piso. El otro municipal llamó a una ambulancia. - ¿Dónde está su abuelo? (preguntó) - En lo alto de las cortinas del balcón. - ¿Perdón? - Mire que guapo está con su nuevo sudario. 

Tuve que llamar a una nueva ambulancia.

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