martes, 27 de septiembre de 2022

¿Me servirá?

El pechugón de la Cotilla, tan desmesurado para su cuerpo pequeño y enjuto, llamó la atención de todo el mundo. Sobretodo porque el día anterior era lisa como una tabla. 

Alguien dijo ¡es un milagro! y la frase tuvo tanto éxito que hubo vecinas que preguntaron  el nombre de la santa que lo había hecho para ponerle una vela y poder beneficiarse de sus artes. Les saldría mucho más barato que un cirujano plástico.

En éstas estábamos cuando llegó un señor que entró como Pedro por su casa. - ¿No vendrá usted a robar aprovechando el jaleo? - Soy el forense ¿Dónde está el cuerpo? (se limitó a contestar)

La gente le abrió pasillo hasta el cuarto y una vez allí, dedicó un silbido de admiración al trabajo pectoral que Pascualita había hecho a la vecina. Le bastó una ojeada para saber que... - Ya me extrañaba a mi. Esto es trabajo de un profesional. Pechos así y a su edad, son más falsos que un duro sevillano. 

Hubo exclamaciones para todos los gustos. Una de ellas tuvo éxito: - ¿De dónde habrá sacado el dinero para pagarse la operación si se pasa el día diciendo que no llega a fin de mes? - Un exámen más meticuloso descubrió pequeños y profundos mordiscos. - Que curioso... (dijo el forense) Parecen mordiscos antidiluvianos. - Se me heló la sangre en las venas. - ¿Por qué lo... dice? - Es una frase que empleo cuando no sé que es lo que estoy viendo... ¿Quién es usted, resalá? - La dueña de ésta casa, para servirle. - Ya me gustaría que me sirviera o servirle yo. - Ante ésta frase, la voz de la abuela me llegó fuerte y clara al subconsciente y, sin pensar dije: - Me serviría si supiera hacer bisnietos... (enrojecí como un tomate por mi atrevimiento delante de toda la audiencia) - Es mi especialidad (dijo el forense) - Mientras, a dos palmos por encima del cantarano, mi primer abuelito se secaba una lagrimilla ilusionada.

 

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