sábado, 17 de septiembre de 2022

La Cotilla no habla.

 - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaaaaa! Nena, saca el chinchón. - ¿Celebra algo, Cotilla? - Que llueve. - Me asomé al balcón y, efectivamente, caía agua ¡límpia! La viajera arena del desierto del Sahara ha escuchado las maldiciones de la gente, harta de llevar los coches a lavar, las amas de casa de limpiar los cristales de sus ventanas... Yo no lo hago y me ahorro el comprar cortinas.

Sentadas en la salita frente a una jarra de chinchón on the rocks temí que la vecina me pusiera como hoja de perejil por haber allanado su casa y trasteado en su despensa pero se limitó a paladear el licor y poner la tele para ver como va lo de Inglaterra.

- ¿No se cansa de verlo? - Al revés. Aprendo y me da muchas ideas para nuevos negocios... - Levanté las cejas porque me temí lo peor: - ¿Va a montar una funeraria? - No creas que no lo he pensado. Ahí no faltan clientes.

A medida que pasaba el tiempo me iba poniendo más nerviosa, claro que también me ayudaba a ello que el árbol de la calle no parase de preguntar: - ¿Ya te ha dicho algo la Cotilla? - Noooo - Eso es que está rumiando la venganza. Seguro que lleva un cuchillo en su bolso sin fondo. ¡No te sientes tan cerca de ella! - ¡¡¡Calla ya, coñe!!! (grité y sobresalté a la Cotilla que comenzaba a dar cabezadas) - ¡Ay, Jesús, María y José! ¿Estás tonta?

Apareció mi primer abuelito y le recriminé que no viniera a verme tanto como antes:  - Estoy rindiendo pleitesía a la realeza. - No sabía que eras un pelota (estaba celosa) - No cuesta nada ser amable con una persona tan mayor. Es como mi abuelita, solo le falta prepararme una rebanada de pan con sobrasada para merendar. Por cierto ¿te gusta mi nuevo sudario? - Es raro... - De Christian Dior, nena. Seda amarilla con grupas de caballos moviendo las colas, que es lo que se ve desde el asiento de una carroza. ¡Este Dior es genial!


 

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