lunes, 12 de septiembre de 2022

Sigue la llantina.

La Cotilla ha hecho correr la voz de que el agua que cae del balcón de casa, es sanadora, sobre todo si se coge de su "fuente", o sea, de los llorosos ojos del desamparado Geooooorge. Así que ahora tenemos cola en la escalera para que, bajo pago de un euro, le llenemos una botella de plástico y de 2 euros en el caso de que sea una garrafa.

Yo me encargo de que las lágrimas del inglés caigan en un cubo para que se desperdicien las menos posibles. 

El pobre está inconsolable. Y no se aparta del televisor para ver y escuchar todo lo que trate de la familia real británica. Yo me quedo asombrada ante el espectacular protocolo, tanto que se me olvida tomar la taza de te que, después de tantas horas asombrada con la boca abierta, he tenido que recalentar varias veces. 

El señor Li, saltándose la cola de la escalera y teniendo que escuchar frases en que le decían de todo menos guapo, consiguió llegar al rellano y proponer, a gritos, ser mi socio en éste negocio. - Hable usted con la Cotilla (le dije mientras rellenaba, de agua de mar, el acuario de Pascualita) 

En un plis plás tuve al chino a mi lado: - ¿Sel casita de gambas goldas? - ¡Jesús, que susto! (di un salto y choqué contra la lámpara del techo del comedor) ¡¡¡AAYY!!! - ¿Tú que ponel ahí? - Poseidonia. Un jardín de poseidonia. Y eso no se come. - Humm (y miró las algas con ojos expertos) ¿tú cleel? jajajajajajajaja

Se marchó por dónde había venido pero la risa sarcástica que dejó tras de sí resonó largo tiempo en mis oidos.

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