domingo, 18 de septiembre de 2022

Las bolas de polvo.

Las bolas de polvo están que trinan porque no me las llevé al piso de la Cotilla para que vieran a sus parientes, que son muchos, que tienen allí. - ¡Nos chivaremos a la vecina! - ¡Os pisaré, barreré y tiraré al cubo de la basura! (contraataqué, rabiosa) - ¡No nos amilanamos porque somos más chulas que un ocho! 

Como un vendaval que se levanta sin previo aviso, así se amotinaron los personajes de casa, a favor de las bolas de polvo. - ¿No te da vergüenza meterte con algo tan pequeño y sutil. -  Suave como el vison - ¿Perdón? - Tan simpáticas. - Alegres. - Delicadas. -¡Sucias! (dije yo muy cabreada)

Tenía la cabeza llena de voces, la mayoría pertenecientes  a los comensales de la Santa Cena. - ¿Y a vosotros quién os ha dado vela en éste entierro? - Se pusieron colorados, colorados. - Después del tiempo que llevamos en tu comedor parece mentira que no sepas distinguir entre entierro y comilona. - Así que se avergonzaban ¡DE MI!  Tapé el cuadro con un mantel.

La Cristalera, al tener dos caras, no sabía a que carta quedarse. Lo mismo estaba a favor que en contra. - ¡Calla ya! (le dije) - Salí al balcón a encararme con el árbol de la calle que, con su voz engolada, anunciaba a los cuatro vientos el mal trato que yo daba a las humildes y dicharacheras bolas de polvo. En cuanto me vio acercarme como un toro de Miura, disimuló cantando el brindis de la Traviata.

Cuando se pone así vale más dejarlo por imposible, por eso dí media vuelta para entrar en casa pero la rencorosa de la Cristalera se había cerrado a cal y canto y he pasado la noche al raso... ¡Atchiiiiiis!

 

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