lunes, 5 de septiembre de 2022

El sabueso Pompilio.

Hubo movimiento de bolas de polvo que salían disparadas hacia todos los rincones al paso, rapidísimo, del duende Pompilio en busca del calcetín-hucha de la Cotilla.

Me consta que registró minuciosamente cada resquicio sospechoso pero, dos días después de empezar la búsqueda, vino a darme el parte: - Si existe ese calcetín, no está aquí, boba dae Coria. - ¡Oye, pizca de nada, un respeto a los mayores! (y no le solté un sopapo porque, al ser tan pequeño, no había donde darle)

Pasaron unos días tranquilos en los que no le volví a ver. - ¿Crees que me pasé cuatro pueblos con Pompilio? (pregunté al árbol de la calle) - Todo es según el color con que se mira (me replicó y me quedé como estaba) 

El duende reapareció, cabizbajo y mohíno. -  ¡No lo encuentro! He estado en el interior de su bolso sin fondo y allí hay de todo menos un calcetín con dinero. Empiezo a pensar que la Cotilla está a dos velas... Pero, todavía no me doy por vencido. - ¡Di que sí, hombre! Esa es la aptitud (le animé)

Hoy, por fin, Pompilio se ha presentado ante mi, orondo como un tonel de vino, lleno de un ego que lo engorda. - ¡¡¡Se dónde está!!! - ¿Quién? (no podía dejar de mirar a aquel esperpento) - ¡¡¡El calcetín del dinero de la Cotilla. En su piso del 4º, derecha,!!! - Imposible (salté. Solo me faltaba que alguien, del tamaño de un átomo, me tomara el pelo) Siempre está lleno de turistas... - ¡¡¡BORRACHOS!!! (concluyó el duende) Ya se encarga ella de tenerlos bien surtidos de licor. Tiene el escondite perfecto

¡Hay, que nervios! Incluso Pascualita dio unos cuantos saltos mortales ante la aventura que se nos presentaba.

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