viernes, 30 de septiembre de 2022

Dichosa Cotilla.

Una vez que la hinchazón pectoral de la Cotilla ha desaparecido, ha dejado de presumir y se le ha puesto un genio de mil demonios. - ¡Avemariapurísimaaaaaaaaaaa! ¿Dónde está Ataúlfo, boba de Coria? - En una cacharro de ... - ¿Te parece que es el mejor lugar para mi pececito, ein? - Tampoco está tan mal... - ¡Está peor!

Dio media vuelta, cogió a Ataúlfo y lo metió en el acuario. Mi cara de horror debió alertarla pero estaba tan ofuscada que ni me miró. - ¡Aquí tienes que estar, chiquitín! 

Cerré los ojos para no ver el pecicidio que, de un momento a otro, se cometería... pero no pasó nada. Respiré aliviada. Pascualita debía dormir en el barco hundido. Rápidamente metí la mano en el agua para rescatar al pececito pero un manotazo hizo que se me cayera, de nuevo, al agua. - ¡Cotilla! - ¡Ni lo toques! - Es agua salada. Ya se lo dije el otro... - ¡Otra vez has puesto esa porquería! - Y, ni corta ni perezosa, tiró el acuario al suelo donde se hizo añicos y el agua se expandió por el comedor. Pero no vi ni rastro de la sirena.

La Cotilla salvó a Ataúlfo metiéndolo en el cacharro de duralex que estaba en la cocina, mientras yo buscaba a la medio sardina bajo los muebles. Fue uno de los comensales de la Santa Cena quien, dando un silbido, llamó mi atención para después mover la cabeza en dirección a la cocina.

¡Allí estaba Pascualita, subiéndose a la mesa donde estaba la improvisada pecera de Ataúlfo, impulsándose con la cola mientras Pepe el jibarizado le guiaba con su OOOOOOOOOOOOO. - ¡Pepe! ¿No ves que se lo comerá?... ¿Quiéres que se lo coma? Pues ¿sabes que te digo? ¡Que me alegro de que te comieran a ti, sinvergüenza! 

- ¿Quién es Pepe? - preguntó la Cotilla entrando en la cocina. - Es... humm... es ¡el forense!

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