jueves, 22 de septiembre de 2022

Igualito, igualito.

En algún lejano lugar sonaba un timbre mientras yo deambulaba por los lejanos tiempos de los grandes faraones, constructores de las pirámides que asombran al mundo desde entonces.

En un momento dado me pregunté si, en aquellos tiempos, ya existían los timbres. - Seguro (me dije) Los egipcios lo inventaron todo...

También pensé que, una vez inventado ahora se dedicaban a probarlo para ver si iba bien. ¡Caray, si iba bien! Me tenía loca. Por último abrí los ojos legañosos tras un esfuerzo colosal que me devolvió al mundo real que, en ese momento, estaba ¡a oscuras!

- ¡Dioses de Egipto, ya ha llegado el fin del mundo! ¡No veo un pimiento! - Todo se solventó cuando recordé que estaba durmiendo porque era de madrugada y ... ¡¡¡AAAAAAAAAH!!! 

Un frio terrible cayó sobre mi, de sopetón, dejándome a un pasito del infarto. Si era cosa de mi abuelito no me hacía ni pizca de gracia. Antes de que lo pusiera a parir, se encendió la luz y a los pies de mi cama una visión dantesca me asustó: la abuela y Andresito, algo descompuestos por la juega y el chinchón, me miraban fijamente mientras Pascualita se arrastraba, mojada, por mi pecho. 

- ¡¿Qué pasa?! (no me atreví a moverme) - "Llevamos dos horas llamando al timbre y han salido todos los vecinos a sus rellanos menos tú"

Me contaron que, en El Funeral, entre chinchón y chinchón, comentaron lo bonito que había sido el funeral de la reina de Inglaterra. Todos los socios del club estuvieron de acuerdo. Y ellos dos, decidieron que cuando llegase su turno ¡Lagarto, lagarto! querían una despedida igualita, igualita a esa. - "Te lo encargamos a ti" (dijo la abuela antes de dar media vuelta y largarse)

Ya no pude dormir y en cuanto despuntó el alba llamé a la Torre del Paseo Marítimo.

Hasta mediodía nadie contestó. Se puso la abuela - "¿Algo no te ha quedado claro, boba de Coria." - ¿Quién pagará tanto boato? - "Tu, por supuesto ¿Acaso alguien ha dicho que lo pagó la difunta? Ni en el Hola lo ha insinuado" - Pero es que... 

Me quedé con la palabra en la boca y las piernas temblando... Media botella de chinchón después me estaba riendo a carcajadas con el árbol de la calle.

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