martes, 13 de septiembre de 2022

La Nueva Venecia.

Nuestro barrio, gracias a los lloros desconsolados de Geooooorge, se ha convertido en la Nueva Venecia y ésta mañana, al asomarme al balcón, he visto a la Cotilla vendiendo bonos para montar en góndola por las calles convertidas en canales navegables. Esta mujer es un lince para los negocios. 

He insinuado que tiene que pagarme un tanto por usar mi balcón como oficina y se ha puesto a llorar, incrementando con ello el caudal de lagrimeo y sacando a relucir su condición de jubilada de exigua paga . No da puntada sin hilo la querida amiga de la abuela.

A Pascualita se le saltaban los ojos al ver tanta agua a mano y ha intentado varias veces saltar por la ventana del comedor pero se ha encontrado con la arbórea presencia del árbol de la calle que ha colocado allí ramas tupidas para evitar que lo haga. No sabemos si ese "agua", aunque saladita, sea buena para la sirena.

Bedulio el Municipal ha llegado en barca de remos a entregarme ¡una multa por anegar calles y plazas! - ¡Es injusto! Yo no he sido. ¡Ha sido el mayordomo! - Razón de más para que te multe a ti. Tus abuelitos ya pagan bastante a Hacienda... Recuerda que los ricos también lloran.

Mientras yo añado una multa más a mi colección, la Cotilla recibe honores y parabienes del Ayuntamiento y otros Poderes cívicos, por proporcionar a los conciudadanos un nuevo divertimento con sus cochambrosas barquitas pintadas de negro. 

En cuanto a Geoooorge, le he prohibido ver la televisión hasta que acaben las retransmisiones desde Londres. Pero así y todo, no deja de llorar. Tendré que prohibirle el té, del que toma litros y litros... ¡Claro y luego lo llora!

 

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