viernes, 23 de septiembre de 2022

Recuerdos.

He encontrado un céntimo en la calle cuando iba hacia el trabajo y me he tirado de cabeza a por él antes de que me lo quitaran. Desde que la abuela me pasó la responsabilidad de sus funerales y, encima, pagarlos, cualquier dinero que entre en la hucha que me he fabricado con una caja de zapatos, sellada con papel de periódico y pegamento Imedio, bueno es.

La Cotilla, a pesar de que me tiene ojeriza, a vuelto a su costumbre de dormir en mi casa. En cuanto me tiene delante me mira fijamente, en actitud acusadora. A veces, incluso me señala con un índice sarmentoso. Hoy ha venido en actitud apesadumbrada, supongo que para cargarme, aún más, de culpabilidad por haber entrado en su casa de estranjis.

- Las exequias de la reina inglesa han removido recuerdos dolorosos que mi mente guardaba bajo llave. - Lo siento... - Mi pobrecito Ataúlfo... ¡snif!... - ¿Su marido? (dije sin pensar) - Cómo puedes ser tan cínica (¿yo?) ¿Qué marido? ¿Los que hubiesen podido ser pero se los cepilló tu abuela? ¡Me los quitó todos! - ¿Cuántas veces se casó, Cotilla? (estaba asombrada) - ¡Ninguna! En cuanto alguno se me acercaba llegaba ella y ¡tararí que te vi! - Entonces... ¿Ataúlfo quién ... (¡Oh, no!) era... ? - Antes de acabar la frase, recordé.

- Mi dulce y cariñoso pececito (¿?) que os dejé para que lo cuidarais ¡y desapareció! - De eso hace mucho tiempo... - ¡Rebozado en harina de garbanzos! ¡Antropófagas! (No podía decirle que Pascualita se lo comió sin rebozar) ¡Ahora mismo voy a denunciarte! - ¿Por un pez? - ¡Por Ataúlfo!... ¡snif!... Se lo debo.

 

 

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