domingo, 4 de septiembre de 2022

Ojo con las palabras.

Coloqué a Pascualita en el frutero para que me hiciera compañía el rato que me llevaría intentar hacer unas croquetas como las que hacía la abuela cuando aún era una proletaria normal y corriente. Y me llevé el susto del día. Encima de un plátano estaba el genio Pompilio que no se deja ver muy a menudo.

- ¡Caray! ¿Qué haces aquí? - Te oí decir que la Cotilla puede tener sus caudales en un calcetín. - En ésta casa no se puede guardar un secreto (dije, molesta) - Si lo encuentro ¿podré quedarme con él? - ¿Lleno o vacío? - Vacío.- ¡Trato hecho!

La sirena, celosa perdida al verse desplazada de la conversación, lanzó un buchito envenenado al pobre Pompilio. Menos mal que tiene unos reflejos asombrosos y no le dio de milagro pero sí al plátano que no paró de quejarse hasta que se dio cuenta de que se había convertido en un plátano cachas. - ¡Soy el plátano más fuerte y más guapo del Universo! ¡No hay quién me tosa! ¡Hazme una foto, tía y la mando a Canarias para que me envidien mis paisanos!

Le hice la foto, lo puse delante de un espejo y no podía creer lo que veía: - ¡Pero que buenorro estoy, la madre que me parió!... - Después de media hora en este plan, el plátano dijo lo que nunca debió decir: - ¡Estoy para comerme! - Y como si lo hubiese entendido, Pascualita se lo comió con cáscara y todo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario