lunes, 22 de mayo de 2023

¡AGUA VAAAAA!

De buena mañana me ha despertado el vozarrón del árbol de la calle cantando rancheras a todo trapo. 

Harta de oírlo, desde la cama le he tirado un zapato y no le ha dado por un pelo, sin embargo sí que le ha dado al cristal de la cristalera que se ha hecho añicos. ¡Menudo estruendo! Se ha despertado el barrio entero y hemos pillado in fraganti, a los empleados del Ayuntamiento poniendo las calles. Si es que era muy temprano, hombre.

Lo peor ha sido aguantar luego a la Cristalera que lloraba como una Magdalena. O eso dijeron los Comensales de la Santa Cena al escucharla. Ellos sabrán. Solo que, en éste caso, son dos Magdalenas, la interior y la exterior. Y ahí siguen echando abundantes lágrimas como melones cuyo caudal se desploma a la calle formando una preciosa cascada que corre calle abajo en busca del mar.

El Ayuntamiento, consciente de la sequía que nos ataca, ha enviado camiones con grandes cubas para aprovechar ese "agua" para regar los campos secos.

Pascualita saltó de la pila de lavar del comedor a la corriente de lágrimas, dejándose llevar por ella hacia el balcón, cayendo luego dentro de una de las cubas. Sin pensarlo dos veces me tiré tras ella. Me costó trabajo cogerla y un mordisco en una oreja pero logré mi objetivo y volví a casa con la medio sardina en el bolsillo.

Por la tarde llamaron al timbre. Era Bedulio el Municipal. Traía dos sobres: en uno el Ayuntamiento me nombraba Hija Predilecta por donar tanta agua por la patilla... ¡Jopé, no se me ocurrió cobrarles!  

En el otro sobre había una multa por tirarme de cabeza a la cuba y contaminar el agua. - ¡Que estoy vacunada, coooooñe! (grité, airada mientras trataba de disimular el enorme orejón que me ocasionó el mordisco de la sirena)

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