Esta mañana me he hecho una tortilla de aspirinas porque tenía la cabeza dolorida de tanto pensar nombres de mujer. Han sido miles los que he cotejado; finalmente he dado con uno que cumplía el requisito: la EME delante y la A detrás.
He corrido al comedor pero el abuelito no estaba. El árbol de la calle, con apenas un hilo de voz a causa de la pertinaz sequía que reina por doquier, dijo: - Se ha ido harto de oírte... ¡cof, cof! Aaaayyy riégame por favor. - Un abuelito no puede hacerle ésto a su nieta. - También ellos tiene un límite de aguante... ¡cof, cof... cof!
Llamé al abuelito pero no apareció. Lancé mi mensaje al viento y quedé a la espera de que me contestara. - ¡Se llama M.A.R.I.A.! ¿a qué sí?
Sonó el teléfono. Era la Momia. - Hola, nena ¿Está tu abuelito? - ¡Tiene novia! - Lo sé. - ¿Ah... sí? ¿La conozco?
Un centenar de bolas de polvo jugaban a guardias y ladrones entre mis pies. al oír mi pregunta gritaron: - ¡¡¡SIIIIIIIIIII!!! - ¿A María? pues, ahora no caigo... - ¡Ni caeras! (dijeron sus lindas boquitas) ¡¡¡ES LA ... M.O.M.I.A.!!!
Quedé aturdida por la noticia y, aún así, quise puntualizar: - ¿Se llama María? - ¡¡¡NOOOOO!!!
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