jueves, 25 de mayo de 2023

¿Será ésta, por fin, la verdadera historia de Pepe?

De la cocina me llega el clamor de la "voz" de Pepe el jibarizado con deje de aburrimiento supino. - OOOOOOOOOOOOOOOOO - ¡Ya voy, Pepito! ¿Qué te pasa, guapo? - Miré hacia la pila de lavar del comedor y vi a la sirena haciendo como que vomitaba. La envidia la corroe a la muy jodía. Solo ella puede ser la guapa (es un decir) de la casa.

Llevé a Pepe al comedor. Pascualita salió del agua. No quería perderse nada. Me puse las gafas de sol por si acaso, no me apetecía llevar un enorme ojo arrastrando por las baldosas gracias a un buchito de agua envenenada tirada por la medio sardina.

El ánima de mi primer abuelito dormitaba sobre el riel de la cortina del balcón. Iba desgreñado y su hermoso sudario estaba arrugadísimo. - Menuda pinta ¿Qué ha pasado? - Cosas de mayores, nena. - Cuenta, cuenta... - Pero solo dijo en tono admirativo: - ¡Que mujer! - Y no contó, prefirió traducir a Pepe y a Pascualita. El jibarizado recibió un buchito de agua envenenada en plena cara (¡no hay otra cosa!) pero no le causó efecto. Esto irritó a la medio sardina y dirigió los tiros hacia mi pero, no sabré hacer bisnietos pero sí zafarme del agua envenenada.

Ambos personajes discutieron y ella afirmó que Pepe fue Pepa en vida. - ¡Otra vez sembraban la duda sobre el sexo del llavero!. - Pascualita, traducida por mi abuelito, prosiguió: Era la princesa Pazguata, hija del rey Pazguato XVIII. Este, para salvarla del hambre canina del jefe de la tribu vecina, la obligaba a vestir de guerrero. Y todo fue bien hasta que una mañana Pazguata cayó de boca al levantarse de la cama. Esa noche le habían salido unos enormes y pesados pechos nunca vistos en aquella tribu ¡ni en las tribus vecinas! 

El ánima de mi abuelito suspiró profundamente y dijo: ¡Qué mujer! - Pregunté de nuevo - ¿Pazguata-Pepe? - No (y puso los ojos en blanco) Su nombre empieza poooooor... M y acaba con... A.

No dijo nada más en todo el día.

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