Asomada al balcón contemplaba el bullir de la primavera, tan loca ésta como las anteriores y se me llevaban los demonios. Todos disfrutaban del amor; la Flora y la Fauna más los seres humanos aprovechaban para ir cada oveja con su pareja ... o parejas ¿Y yo?
Mirase por donde mirase veía besuqueos, roces, piquitos, mantis comiéndose a los machos... ¡Un desenfreno total!- ¿Y yo qué? - Lancé al aire mi pregunta y para mi sorpresa el árbol de la calle dijo: - También me lo pregunto ¿Y yo qué? boba de Coria porque, encima, tengo que aguantar los fliteos amorosos de los gorriones, No hay nido sin jarana.
- ¿De qué te quejas, árbol? - Quisiera tener una pareja como esas que pasan por la calle. - ¿Un esqueje? - No. Una pareja para andar por la calle cogidos de la mano y besarnos de trecho en trecho ... - ¿Has bebido?
Cuando unos lagrimones verdes resbalaron por su tronco encharcando luego el alcorque, entré en casa. Me estaba poniendo sentimental. Apuré dos vasos colmados de chinchón on the rocks y no tardé en caminar por la acera del brazo de un joven árbol muy airoso y chulapòn.
Delante iba una niña-árbol dando saltos con ayuda de una raicillas que, aún incipientes, se enredaban unas con otras haciéndola caer al suelo. Un niño-árbol, algo mayor, la levantó tirando de las ramas altas - ¡Mira que bien va tener mucha hoja! - ¡Aaaaaaaayyyyyyyy, mamá! - se quejó la niña.
Eran mi familia... ¿o solo a las sirenas se las permite ser mitad y mitad?
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